La voz de Laura Toledo

02 mar 2019 / 10:07 H.

La voz dormida” es un colosal, dolorido, esperanzador y deslumbrante poema escénico. Pero es, claro, y sobre todo, teatro. Porque la joven actriz sevillana Laura Toledo llena el escenario en este monólogo estremecedor y emocionante: con talento, con un dolor que le sale de dentro y nunca parece fingido, sino auténtico, con la expresión de sus ojos, ojos de mar, llenos de lágrimas, lágrimas de lluvia que no parecen surgir de la ficción sino de sus entrañas. Es impresionante la interpretación de Laura Toledo que, decíamos, llena el escenario del Teatro Bellas Artes de Madrid, y lo hace al estilo de las grandes y ya consagradas actrices, como Nuria Espert o Carmen Machi, con las que ella, pese a su juventud, ha competido recientemente por un premio teatral. Laura Toledo es “La voz dormida”. A partir de ahora, Pepita Patiño, aquella cordobesa que vivió la tragedia y el dolor de la posguerra como una troyana de Eurípides que hablara andaluz, y cuya vida recreó en su novela la inolvidable Dulce Chacón, Pepita Patiño, decíamos, tendrá ya para siempre el rostro de Laura Toledo. Pepita vivió la guerra desde fuera. Desde el ámbito vacío y desolado de las víctimas. De quienes no eran de ningún bando. Pero les dolía: “Cuánta sangre de jóvenes fusilados entre las tapias”. Pertenecía a las que no hicieron nada. A las que lo hicieron todo. En un Madrid absurdo y nada brillante. “Soy la mejor bordadora de Madrid y nadie me da trabajo”, exclama Pepita, luchadora en la vida pero no en la guerra, sola: “El peor dolor es no poder compartir el dolor”. Hermana de una mujer miliciana y comunista a la que fusilaron en la cárcel madrileña de Ventas, aunque su vida tuvo una prórroga feliz: permitieron que naciera su hija, la dejaron parir. Y el médico de aquella prisión consiguió que el bebé fuera a manos de Pepita, su tía, y no a una inclusa. Pepita/Laura tiene miedo. Pero vence al miedo. “Somos como animales, el miedo nos hace listos”. Y el destino la lleva a enamorarse —“es guapo el tío”— de Paulino, apodado “El chaqueta negra”, líder comunista en la clandestinidad, en el exilio, y posteriormente encarcelado. Pepita/Laura puede visitarlo una vez al año en la prisión de Madrid. Ella ahorra dinero durante todo el año para viajar ese día de Córdoba a Madrid. Para esas horas. Para esos minutos. Pero después no permiten que lo vea. No tienen vínculos familiares. Entre ellos solo hay amor. “El dinero que yo me gasté para el viaje, con lo que lo hubiera necesitado para otras cosas”. Pero Pepita y Paulino se casarán “como Dios manda” cuando ella tiene ya 41 años. Pepita nunca quiso saber nada de política. Aunque la política la persigue. “A mí el Partido no me ha traído más que desgracias”, dice. “Yo no soy del Partido, yo soy de los demás”. Dulce Chacón publicó esta novela sensacional en 2002, fue libro del año, ella vivió intensamente durante aquellos meses la gloria literaria, y murió de un cáncer implacable en 2003. Dulce Chacón se fue, pero su talento aquí sigue. Pepita Patiño la sobrevivió. Falleció hace tres años en Córdoba. Laura Toledo ha investigado profundamente la vida de Pepita antes de interpretar su personaje. Visitó la residencia en la que pasó sus últimos años. Habló con las monjas. Vio su habitación y esa pequeña capilla, con velas encendidas, a la que Pepita, hermana y esposa de milicianos, acudía todas las mañanas a rezar a Dios. A rezar con su voz dormida.