“La verdad desilusiona a la gente...”

23 dic 2018 / 13:12 H.

Nochebuena le recuerda al “señor Jota” a pillería y a empacho, a aprovecharse del embobamiento de los vecinos de su calle y de su barrio para sacarles tajada en forma de pesetas y de duros con las que fardar con los amigos en Navidad, sin escuela ni maestros y con todo el día por delante para hacer lo que le viniera en gana. También le suenan esas tardes de ronda y aguinaldos a polvorones y alfajores, a roscos de anís (siendo niños) y turrón de almendras (duro como un peñón) y, sobre todo, se le hace la boca un nudo y la garganta se le cierra atragantada de tanto dulce seco. Es la infancia de cariño a espuertas y calles de charcos y piedras de quienes nacieron en el “baby boom”, allá por los años 60 y 70; nada que objetar a las infancias colmadas de tecnología de ahora, con todo al alcance de la mano y cada vez más distancia entre quienes se quieren.

Mafalda, la gran Mafalda, por boca del genial Quino, define así al teléfono móvil en sus viñetas: “Ese aparatito que tanto nos acerca a quienes estamos lejos y que tanto nos aleja de quienes tenemos cerca”. El “señor Jota” bien que se lo sabe y no acierta a romper la dinámica del ‘enganchamiento’ en ninguna de las reuniones en las que está, donde todo es grandilocuente y a la vez vacuo e insignificante; amistad y cariño de usar y tirar. Ha tenido una comida de Navidad con los antiguos compañeros del Instituto, se ha juntado de tapas y de noche con la pandilla de la taberna a la que le gusta ir, amén de las clásicas con gentes que lo llaman y colocan el encuentro en algo sublime y celestial para luego pasarse media comida (es más de media, pero mejor no decir la comida entera) pendiente del móvil aunque no suene; al hilo de la actualidad con el celular, aunque le dé todo soberanamente igual; atento a las necesidades del trabajo por el móvil, aunque ya no trabaje hasta después de Reyes... Está decidido a comprarse en los chinos, si lo venden, un aparatito que desconecte los móviles, que los deje sin cobertura, igual que pasa al lado de los organismos oficiales. Se hace viejo el “señor Jota”, es cada vez menos diligente en el trato, camina hacia la aspereza al cubo; lo sabe, pero siempre tuvo en la condición humana, en el roce, en la piel, en el cariño, sin interferencias, lo más grande que le pasó de chico y le debería pasar a todo el mundo ahora. La mano tendida tiene que volver a nuestras vidas u la condición humana gobernarnos, proclama voz en alto apoyado en el alféizar de la ventana de su escritorio.... “He aprendido que la verdad desilusiona a la gente”, dice compungida Mafalda. Por eso el “señor Jota” no quiere amargarle la Nochebuena a nadie y brinda por la tontura, total ya la practicamos habitualmente para sobrevivir a la política ‘esaboría’.