La sororidad y el 8M

03 abr 2019 / 10:55 H.

Como siempre que abordo un tema que hace salvedad entre hombres y mujeres, antes de nada, advierto que, por economía del lenguaje, seguiré utilizando el masculino genérico para referirme a todas las personas. Para mí están bien visibles unas y otros. Todavía resuenan los ecos del 8M, esa efeméride reivindicativa de la mujer, que ha sido considerada un éxito. Y sí es un logro esa concienciación de las mujeres por la igualdad. Si a eso le llamamos feminismo ahí me encuentro yo también. Pero como todo movimiento oscilatorio que parte de una situación de desequilibrio, como en el caso del péndulo, y además de sojuzgamiento y discriminación, en el caso de la mujer, corre el riesgo por reacción de irse al otro extremo. Algunos indicadores apuntan ya en ese sentido en las cosas más absurdas y menos importantes. Al igual que ese empecinamiento de un sector del feminismo en complicar el lenguaje usando para cada expresión el masculino y el femenino que ha llegado hasta la disparatada propuesta de la vicepresidenta del gobierno de modificar la Constitución “ad hoc”, se ha venido popularizando por algunas gurús feministas la palabra sororidad, hasta el punto de ser reconocida recientemente por la RAE, que la define como: Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. No les valía fraternidad entre las mujeres. Si nos vamos a la etimología entendemos mejor por qué. Ambas vienes del latín; fraternidad, de “frater”: hermano, y sororidad, de “soror”: hermana. En fin, no está mal si de enriquecer el vocabulario se trata. Sin embargo, el matiz negativo es la exclusión del hombre, que esas gurús justifican en que no tiene sentido incluirlo en esa lucha, en ese posicionamiento no ya contra el macho sino contra el hombre. Me parece un doble error: Por un lado, paradójicamente están adoptando la esencia de lo masculino como logro y objetivo, en detrimento de esencias femeninas dignas de imitar por todos; y por otro, porque ese feminismo a ultranza, excluyente, igual que el machismo, atenta contra la igualdad, que es de lo que se trata. ¿O no? Igualdad de oportunidades y derechos para todos conservando las esencias de las que nos ha dotado la naturaleza.