La prostitución

11 sep 2018 / 12:06 H.

La rectificación del Ministerio de Trabajo, anulando un sindicato de prostitutas hace unas semanas ha vuelto a situar en el debate público el asunto de la prostitución y la tradicional división de posturas. Por un lado está el movimiento feminista abolicionista, que opta por ilegalizar la prostitución como actividad y penalizar y sancionar a los hombres que la consumen. El argumento principal es que la prostitución es una forma de explotación y vulneración de los derechos humanos de las mujeres y por tanto hay que tender a erradicarla y una fórmula es frenar el consumo, penalizando a los clientes. Por otro lado, hay otro movimiento en el que se incluyen algunas facciones del feminismo, sobre todo del feminismo de la diferencia, que opta por legalizar la prostitución como empleo con un reconocimiento de su actividad que les aporte derechos como “trabajadora del sexo”. En Europa hay países que han optado por leyes abolicionistas como Suecia ó Noruega y países que han optado por lo contrario y han legalizado la actividad, como Holanda o Alemania. En España, ningún gobierno se ha atrevido hasta ahora a aprobar ninguna ley en ninguno de estos dos sentidos, pero no es verdad que exista un vacío legal. En nuestro país está penalizado el proxenetismo, es decir, lucrarse por la actividad sexual de otra persona, está prohibida también legalmente la “exhibición forzosa” especialmente en lugares frecuentados por menores y hay decenas de ordenanzas municipales que prohíben la actividad en la calle. Además, en 2010, desde el Ministerio de Igualdad se aprobó un Plan Integral de Lucha contra la trata con fines de explotación sexual, en el que se incluían medidas de todo tipo y también legislativas. Antes de enfangarse de nuevo en debates maximalistas sobre modelos antagónicos, en mi opinión habría que tener en cuenta primero que según datos de la policía, más del 80% de las mujeres prostituidas son víctimas de trata, es decir, han sido captadas, engañadas e intimidades para ejercer como esclavas sexuales para beneficio de los se enriquecen con ello. También hay tener en cuenta que nunca puede ser considerada como actividad laboral una actividad basada en la explotación de otra persona. Por eso en mi opinión el ejercicio de la prostitución jamás podría considerarse un empleo, ni mucho menos disponer de un sindicato. Hay que ser realistas, sin embargo, y asumir que una legislación abolicionista no erradica la prostitución, sino que la esconde. Conozco bien el caso sueco y aunque los datos oficiales hablan de una reducción del consumo, la sociedad sueca practica un cinismo y una hipocresía social increíble sobre este asunto. Por eso, en mi opinión, lo más urgente es luchar con esa esclavitud del siglo XXI que es la trata de mujeres con fines de explotación sexual y poner todos los medios para luchar y trabajar en su erradicación. Resulta además abominable y contradictorio que una sociedad que avanza cada vez más en valores igualitarios apruebe y normalice este consumo. Hay que invertir en educación y campañas para que los hombres que consumen prostitución sean conscientes de que contribuyen a una práctica muy antigua de violencia contra las mujeres. Hay otras formas más edificantes y humanas de disfrutar de la sexualidad, sin vulnerar los derechos ni la dignidad de otras personas.