La posverdad

22 jul 2018 / 11:07 H.

Reconozco no sé si mi ignorancia o si mi perplejidad, cuando pretendo indagar el sentido de este sustantivo, es decir, la significación que debe atribuírsele o la que le atribuyen, de forma tremendamente dispareja, titulares de prensa, redes sociales, colectivos humanos e incluso formaciones políticas.

Aunque el examen literal de “posverdad” parece no ofrecer dudas sustantivo precedido de la preposición pos o post, “detrás” o “después de ello” no es tan así, si bien en otros supuestos resulta perfectamente inteligible cuando el sustantivo es otro: posmodernidad, posmeridiano, posnominal etcétera. Pero la preposición viene en este caso referida a un concepto tan etéreo como equivoco, en ocasiones: la verdad; “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente” o bien cualidad de una expresión o concepto que se ajusta a algo que existe en realidad o lo representa tal como es. Por cómo se utiliza esta expresión, existen innúmeros ejemplos con significaciones distintas y, a veces, contradictorias, en internet. Así, la posverdad, en notoria mayoría de las redes sociales, viene utilizándose en la contienda política como precisión (¿pervertida?) de una verdad oficializada. De lo que se deduce que la verdad deja de ser tal, y queda a la espera de que a esa posverdad ya invocada como verdad, le sobrevenga otra posverdad. La gestión del xenófobo Salvini sobre migración constituye su posverdad, ¿hemos de aceptarla? Evidentemente, no.

¿Cabe calificar al emergente fenómeno social–feminismo de posverdad? Yo no lo denominaría así. Diría que la verdad oficial y socialmente establecida era y todavía lo sigue siendo patriarcal e importa y constituye una indeseable desigualdad, por lo que esa reivindicación de las mujeres alcanzará la categoría de verdad. Por fortuna, la mente progresa sobre determinados valores que hemos erigido en “verdad”, la cual se va mutando conforme se consiguen cotas más altas de reconocimiento de los desechos humano. Pero en ese trayecto se producen dramáticos retrocesos en tal reconocimiento. Véase esa nueva derecha xenófoba entre el Báltico y el Danubio, Alemania, Austria, Hungría, Polonia y en la entrepierna de este mapa, Italia, que, sin compasión cosificar a migrantes, los desprecian y les arrebatan su condición de humanos. Cómo no pensar en esa sociedad norteamericana con un presidente tan paleto como insolidario, precisamente en el país que antes de la revolución francesa, proclamó los derechos humanos. En definitiva, sigo sin entender cuál debe ser el uso adecuado de posverdad, o si, acaso, sería más provechoso no valerse de este “palabro”, aunque estoy pensando que esta reflexión puede ser la posverdad para quienes disfrutan hoy de playa y han podido evadirse de este fatigoso Jaén. Pura envidia.