La pava de Cazalilla

10 feb 2016 / 09:44 H.

Yo pensaba que por una vez las cosas habían quedado claras y que cazalilleros y el partido animalista habían entendido que una cosa puede o no ser delito; que puede o no ser legal y que la costumbre en determinadas circunstancias puede llegar a ser fuente de derecho o, al menos, criterio interpretador según el capítulo primero del Código Civil. La cosa iba bien: el Ayuntamiento se abstuvo con base en la supuesta alegalidad; el juez penal no accedió a la suspensión al no considerar la comisión de delito y la Iglesia, en su derecho, cerró el campanario. Pasa el 3 de febrero, tensión en el pueblo, abultado dispositivo policial y exhibición de pavas supervivientes sanas. A partir de aquí, tirios y troyanos discuten, victoria temporal de los animalistas y cabreo popular, vuelve el chau chau y —espadas en alto— se aplaza al año siguiente. ¿Tan difícil es que cada cual ejerza su libertad y cargue con las consecuencias? Y dejen de culpar al cura que cerró el campanario. Vivir para ver.