La nueva conquista

21 feb 2019 / 16:33 H.

Las viejas sombras de una cultura obsoleta y añeja han empezado a aflorar en una parte de nuestra clase política. Al calor de una bandera que se patrimonializa como arma arrojadiza contra el contrario, defienden la toma del poder; pero solo para dejar fuera a quien ahora lo ocupa —dicen que ilegítimamente— con una descarada ignorancia sobre las reglas más elementales de una democracia parlamentaria. Nos quieren convencer, desde su bisoñez política o la altanería de quienes se consideran los auténticos españoles, de que van a reconquistar lo que hemos perdido, quizás, por ejercer demasiado nuestras libertades constitucionales. Y lo peor, si cabe, es que se atribuyen el papel de únicos guardianes de una Constitución que es de todos; incluidos los que quieren subvertirla desde un independentismo que quiere resucitar la arcaica y elitista teoría de las dos España, rica y pobre. Pero también lo es de los que prefieren que el dictador siga reposando en ese mausoleo privilegiado de la vergüenza histórica. No hace falta decir quiénes son los que se disfrazan en pleno siglo XXI de esa nueva versión de Cid Campeador; olvidando por cierto la necesaria sabiduría de Don Quijote.