La mentira

21 jun 2023 / 09:19 H.
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Ese arrebato fogoso y distinto de lo que se cree o piensa que es la mentira. Esa pasión por mentir, tan carnal y tan divina, cómo ha crecido, parece mentira. No sé qué produce más miedo: cómo se llega a ser grande en la vida, que es coqueteando con la mentira, o es pensando en manos de quienes está. Se oye por ahí: “Confiaba en ti y mentiste cuando no tenías costumbre de mentir”. Qué la llevó a mentir, qué razón a la llevó a hacerme tanto daño con su falsedad. Cuéntame la verdad y no me mientas, a cuántas puertas llamaste, mentira, y cuántas se te abrieron contando una sarta de mentiras. Nadie como tú sabe mentir, pero piénsalo antes de contestarme, porque reniego de los efectos ilusorios que van a albergar mis esperanzas de futuro, yo sé que me mientes por sistema. Nadie como ella sabe mentir, pero nunca nadie se apresuró a cortar de raíz sus palabras engañosas. La mentira que no se espera y se descubre a destiempo, es la que hace daño de verdad, qué extraño que haya quien te admire cuando lo que dices, lo dices mintiendo y nunca lo desmientes.

La mentira tiene la piel suave y encendida la mirada; perfuma a inocentes presas que no son sino pobres víctimas de la seducción que trasluce la posverdad que representa. La mentira ha llegado a ser famosa y reconocida por la fina ironía que imprime a su juego de artimañas que son como las señas de identidad de su perpetua renovación. Tras mostrar el atractivo inicial que oculta el poder de las trampas urdidas en las que caemos por la manía que tiene de engañar sin mirar a quien, se vuelve casposa y decadente porque crea el hábito de confundirnos con el delirio perturbador y fantasioso al que es proclive. Es engendradora de numerosos disparates que no tienen sentido porque parten inicialmente de falacias de las que habría que hacer caso omiso, aunque no pasen de moda, como los trampantojos que engañan a la vista. El poder que tiene, reside en la facultad de juzgar a los demás a través de un derecho que se arroga para dejar una marca que trastoca la lógica de todo lo que toca. Es tan grande su necesidad de mentir que, sin ni siquiera abrir la boca, ya paladea la mentira que por ella va a salir. En un mundo de impredecibles vuelcos políticos, la mentira se inocula en la conciencia colectiva y transfiere su envenenado legado a esos otros colectivos que, en su indefensión, los transgrede con vanos delirios de grandeza. La mentira vive su tiempo horribilis a pleno rendimiento y llega a madurar mediante el juego de mentiras que enaltece el ignominioso oficio de mentir. Me imagino viviendo en un lugar en el que apenas perciba el vaho de la mentira reflejado en el espejo de la verdad. Para dejar tal y como está el orden natural de las cosas, le sugiero a la mentira que practique un método de desintoxicación, y con la dignidad propia de un rival vencido, me gustaría trasladar este canto a la mentira, a un foro de opinión para que decidan lo que quieren hacer con ella. La verdad es que preferiría no mezclarme nunca con una palabra que siempre está en el candelero, no se cansa de figurar en el centro del debate público será, porque reduce a una falsa premisa, los razonamientos de cualquier conversación. Ha sido fácil para ella agregar razones ficticias del estilo: “quítate verdad, pa que me ponga yo” y extenderse a través del efecto nocivo que alienta en el corazón de gente que lucha por rebatirla.

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