La hora de la verdad

13 jun 2019 / 09:09 H.

Ya nos hemos expresado libremente en las urnas, hemos hablado con absoluta claridad y se lee que queremos unos gobiernos sin mayorías absolutas, obligados necesariamente a entenderse más allá de sus propias conveniencias, mirando inequívocamente hacia lo que llamamos el interés general: “denominación de un concepto esencial de las ciencias políticas, con muy distintas expresiones, que se identifica con el bien común de la sociedad entera. Es la guía o criterio para tomar decisiones políticas y económicas, que buscan el bien común del conjunto de una sociedad”.

Está el tablero con los resultados, están las reglas que impone la democracia y están los actores que tienen que decidir, que no son otros que los que hemos votado y que, ahora, como es lo propio de una democracia participativa, son ellos los que tienen que establecer las alianzas y pactos para que nuestro voto no se sienta traicionado o ninguneado. Hace falta talante democrático, pericia y generosidad para llegar a acuerdos que no traicionen el interés general, interés público o interés común, según queramos llamarlo.

Háganse los pactos que sean precisos para formar gobiernos coherentes, pero sería conveniente que estos tuvieran una fácil explicación para cualquier ciudadano. O sea, que nos quedemos con el porqué de nuestro voto, sin tener que lamentarnos luego con el “para qué ha servido”. Es la hora de que los elegidos tengan en cuenta en lo posible las preferencias de los electores, y no al contrario.

Ya no más campañas. Fuera el griterío, alejemos las maledicencias y los golpes bajos para coger honestamente los programas y negociar mirando al ciudadano. En las múltiples encuestas y sondeos que se realizan a lo largo del año, y, sobre todo, en períodos electorales, los españoles decimos lo que más nos preocupa: el paro, la corrupción, las pensiones, la educación, la sanidad, la unidad de España y la violencia de género. Más o menos por ahí van los tiros, no hay que ser Séneca para interpretar resultados. Cuando salga a la luz este artículo, los ayuntamientos estarán prestos a constituirse, y ahí sí funciona, en caso de desacuerdo, la lista más votada.

¿Qué queremos los vecinos? Fácil, muy fácil. Queremos nuestros pueblos y ciudades limpios, habitables, bien gestionados, con impuestos razonables, con zonas verdes que cuiden nuestro medio ambiente, con aguas sanas, con calles por las que transitar sea un placer, con seguridad, con servicios sociales suficientes, en fin, con todo lo que forma parte de las competencias de los municipios bien y honestamente ejecutadas.

Nuestros representantes, y sobre todo las organizaciones políticas a las que pertenecen, deberían de hacer un auténtico ejercicio democrático y no olvidar a los ciudadanos en esta fase tan delicada del gobierno de nuestros territorios. No olviden las caras de hombres y mujeres que queremos libertad, trabajo y prosperidad, entendiendo como prosperidad el derecho a mejorar nuestras condiciones de vida. No es de recibo que el paro se haya convertido en un mal endémico y que los Gobiernos sigan mirando para otro lado. El trabajo es lo que dignifica al hombre y hace que este sea libre.

Tengo la absoluta seguridad de que se puede hacer una sociedad más justa eliminando las desigualdades sin que se tambalee el Estado. Llámenme simplista (que no lo soy), pero no hieran mi inteligencia. Y cuando digo “mí” me refiero a todos los miles y millones de personas que creemos que sí es posible.