La hoguera tiene qué sé yo...

25 jun 2017 / 11:10 H.

Dejadme, ¡ay!, que yo prefiera la hoguera” escribía en una de sus primeras letras el inabarcable cantor Joaquín Sabina, y el inolvidable Javier Krahe protagonizaba esa canción donde ironizaba sobre la pena de muerte y las muchas formas de que te mataran gobiernos y desgobiernos. Eran los años 80 y aún no se prodigaban las constituciones que lo impedían, en España sin ir más lejos apenas había pasado un lustro desde la última ejecución (Puig Antich, por garrote vil). Ahora todo es distinto, afortunadamente, subraya el “señor Jota”, para quien los tiempos que corren están acordes con los vientos reinantes, vientos que abrasan pero no te matan, vientos que esculpen pero te siguen dejando vivir. A imagen y semejanza de los pinos de los Campos de Hernán Perea (Segura) cincelados en formas inverosímiles. Nada es como en los 80, que todo era pasión. Todo aquella brasa en forma de poesía mundana y ganas de vivir se ha tornado hoguera pública a quienes piensan diferente. Te queman a poco que te sales de lo que te dicen, apostilla el “señor Jota”. Unos, los de siempre, quienes bajo el pensamiento cautivo apelan a tu ceguera política para marcar caminos y así manejar haciendas y vidas bajo el paraguas de una democracia irreal por tutelada, irrisoria, porque no permite a sus fieles votantes más que el insano ejercicio de depositar su papeleta cada cuatro años. Otros, los nuevos, que nacieron viejos porque esto es lo de siempre, quítate tú que me ponga yo... Y empieza a ser sofocante ese escarnio público al que son capaces de someter a quien ellos y ellas apuntan y disparan en el estado vaporoso de las redes sociales. La nueva hoguera de las vanidades, la vieja hoguera del monje Girolamo Savonarola que animaba a sus fieles a quemarlo todo (arte, poesía, música, libros) en la época de los Medici en Florencia (siglo XV). Suspira aquí el “señor Jota” un ay profundo y resuena en su memoria mismamente el poema de Bertolt Brecht, “malos tiempos para la lírica”; todo es mercantilismo, se compra y se vende, usura y compadreo a cuentas de eternos estómagos agradecidos. Y es que la canícula devora voluntades, aplatana, pero es que el ambiente social se hace irrespirable en Jaén si hablamos de libertades en acepción pura, no cabe otra. Nada es nuevo, todo es cíclico, no hay más que darse un garbeo por los medios de comunicación oficiales, por los oficiosos y los deslumbradamente asquerosos, algunos pagados con dinero público y en emponzoñada competencia desleal. “En este tiempo cíclico, / negado a la quimera, / en esta sintonía compleja, de hechos sucesivamente acríticos, / en este tránsito de olvidos / donde claudican las sorpresas, / en este altar de piedra, / donde hincan rodilla los sentidos (...) quiero gritar, abrir lo nunca visto / la línea espacial de tu cadera / al flujo racional de mi cabeza / quiero nacer de lo vivido”, proclama vigoroso el “señor Jota” tan descriptivo poema de Fernández Malo... Dejadme, ¡ay!, que yo prefiera la hoguera.