La eterna espera del ciudadano

21 sep 2016 / 10:54 H.

Nos quejamos y nos quejamos, pero solo protestamos en los pasillos, nunca desde el derecho, jamás hemos salido a la calle todos unidos, azules, rojos, verdes y amarillos. No recuerdo una plataforma pro avance jaenero, algo de verdad reivindicativo con trincheras abiertas permanentemente con el objetivo de hacernos visibles y gritar para que se nos escuche, aquí, en Sevilla y en Madrid. Sin embargo, como es más fácil, continuamos culpando a los demás de todos nuestros males. Es verdad que la Junta nos ningunea y que nuestros políticos, unos y otros, nunca luchan la ciudad, no la pelean. Aceptan una y otra vez nuestro arrinconamiento con el consabido sí mi amo disfrazado de puro postureo. Pero eso no nos exime. Somos los últimos y los primeros culpables porque no nos empoderamos, no nos queremos.

Tenemos un pulso ciudadano siempre caído, latiendo sin fuerza, desesperanzado y cansado de tanto sufrir la desmembración y el desprecio cateto de sus espacios de cultura, del derribo continuado y codicioso de su añosa y bella arquitectura, del olvido malicioso y caótico de sus calles totalmente imposibles que dejan perplejo hasta el sonrojo al más pintao que vaya al centro en coche. Por Bernabé Soriano subes y cuando llegas arriba caes en un despropósito de baches profundos y continuados. Da igual que gires hacia Álamos o a Ramón y Cajal. Si toca adentrarse por Cronista Cazabán, tramo infernal donde los haya (y que lleva al anterior), los socavones son tantos y tan enormes que el enfado y la irritación anulan tu dignidad y tu paciencia. Y llevan años así. (Vergüenza)

Tenemos un sentir ciudadano siempre quejumbroso y acomplejado. Como si no hubiera motivos para la ínfula y la altivez. Hay muchos, pero solo voy a destacar el sentimiento de dicha que nos embarga cuando contemplamos cómo, entre los edificios, emerge poderosa la elegancia indeleble de nuestra hermosa Catedral. Y aupado en la misma línea de mirada, relatando orgulloso su bélico pasado, el Castillo de Santa Catalina custodiado por esa enorme y desafiante Cruz que todo lo vigila. Y si la oscuridad ya abraza la ciudad, la iluminación nocturna potencia esa bella instantánea jaenera adquiriendo más presencia aún al repintarse como una ensoñadora composición que siempre emociona y enamora. (Orgullos)

Y qué decir del riego sanguíneo enfermizo y en sempiterna espera, con las arterias de la comunicación siempre obstruidas. Leí que son 59 las obras aparcadas hasta 2020, entre ellas la autovía de Jaén Córdoba (Juan Carlos lo reflejaba divertidamente en su viñeta hace unos días). Y para despistar, los políticos nos toman el pelo asfaltando este verano un tramo de nueve kilómetros, por ejemplo, diciendo como notición y posando todo satisfechos, que han mejorado el acceso a Fuerte del Rey, entre otras razones porque tiene “una fuerte intensidad de tráfico”. Cada día voy y vengo a Andújar, y de los 3.466 de media que dicen los de la foto, la inmensa mayoría, si no más, pasan de largo el desvío y continúan otros veintiséis que están de verdadera pena y que son el destino de la inmensa mayoría de esa intensidad de tráfico. Habré leído mal, porque allí no cabe tanto coche y ellos no nos iban a mentir tan tontamente. Aunque sí deberían sufrir los intensos y penosos agujeros, badenes, pegotes para tapar agujeros colocados sin interés ni profesionalidad ninguna. De verdad que es increíble. La recta larga es para echarse a llorar. Sin mencionar que entre la primera y segunda rotonda de entrada a Jaén hay un carril absolutamente insufrible. Ridícula y mísera mejora! Y es que no. Mientras no fluidifiquemos nuestras arterias no habrá avance alguno para nuestra ciudad. (Vergüenza). Pienso que Jaén podría tener más vida, lo que pasa es que hemos aceptado lo inaceptable. Y eso no puede ser. Acabemos con la crisis de autoestima, armémonos con nuestros orgullos y luchemos con la rabia de esas vergüenzas.