La estrategia del BCE

    19 sep 2023 / 09:06 H.
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    El pasado 14 de septiembre el Banco Central Europeo (BCE) procedió a una nueva subida de tipos de interés; en concreto, elevó el precio oficial del dinero —euro— hasta el 4,5 por 100, un 0,25 adicional al vigente hasta ese momento. Son ya diez las ocasiones en que el BCE ha modificado al alza los tipos desde que en julio de 2022 comenzara la escalada, tras permanecer en el 0 por 100 desde marzo de 2016. Similar comportamiento ha tenido la Reserva Federal con el dólar, cuyos tipos estuvieron en el 0 por 100 hasta marzo de 2022 y que hoy se mueven en una banda del 5,25 al 5,50 por 100. La libra esterlina, por su parte, tiene actualmente un tipo oficial del 5,25 por 100. “Mal de muchos, consuelo de tontos”, dice el conocido refrán y es que, ciertamente, todos nos enfrentamos al mismo Leviatán/monstruo al que hay que abatir, la inflación. ¿Hasta cuando seguirán subiendo los tipos de interés? Hasta que las autoridades monetarias consideren que la inflación está controlada, ello a pesar de los daños colaterales.

    La estrategia monetaria de todos los bancos centrales y, en concreto, la del BCE, está orientada a garantizar la estabilidad de precios, de manera que el Índice Armonizado de Precios al Consumo (IAPC) de la Eurozona no sobrepase el 2 por 100. Al tratarse de una política monetaria única para todos los países, las actuaciones del BCE no se adecuan a las necesidades de los Estados que difieren de la media, lo que puede provocar asimetrías —shock asimétricos— en algunos países europeos. Así, por ejemplo, las actuales previsiones de la Comisión Europea es que la inflación se sitúe al finalizar 2023 en el 6,4 por 100 en Alemania, mientras que la estima en un 3,6 en España; de cualquier forma, el conjunto de la Zona Euro sufrirá una tasa inflacionista del 5,6 por 100 durante el año en curso, desde luego muy superior al objetivo del 2 por 100, lo que justifica la puesta en marcha de una política monetaria restrictiva, con la actual subida de tipos de interés.

    El BCE tiene como principal objetivo la estabilidad de precios; ahora bien, en periodos de crisis aparecen otros relacionados, tal y como son la estabilidad financiera, la fluidez del crédito y el crecimiento económico. En suma, el dilema de la autoridad monetaria es que para luchar contra la inflación pone en marcha políticas monetarias restrictivas —subidas de tipos de interés—, pero las mismas terminan provocando una ralentización del crecimiento económico e, incluso, recesión económica en algunos países. Así, durante este mismo mes de septiembre, la Comisión Europea ha estimado el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de la Eurozona para 2023 en un 0,8 por 100, mientras que las previsiones son del 2,2 para el caso de España, del 1,0 en Francia y, lo que es peor, del -0,4 por 100 en Alemania. Todo lo cual pone de manifiesto, además de las asimetrías a que antes me refería, que la dureza de la actual política monetaria esté enfriando la economía europea —menor crecimiento—, así como haciendo que algunos países —la tradicional locomotora alemana— entren en recesión.

    ¿Qué cabe hacer ante esta situación? Hay que recordar que el BCE es independiente del poder político. Así, el artículo 108 del Tratado de la Unión Europea garantiza su independencia al establecer que no podrá solicitar o aceptar instrucciones de las instituciones y organismos comunitarios, ni de los gobiernos de los Estados miembros. Consecuentemente, Christine Lagarde —presidenta del BCE—, con el acuerdo de su Consejo de Gobierno, que es quien evalúa la evolución económica y monetaria, define la política monetaria de la Zona Euro y fija los tipos de interés con total autonomía. Los gobiernos de los diferentes países poco pueden hacer, ni tampoco la Comisión Europea, con respecto a sus decisiones. No obstante, sí que pueden acordar prolongar la relajación de los objetivos de estabilidad de las finanzas públicas —deuda y déficit públicos—, continuando con políticas de gasto público keynesianas que traten de reanimar la actividad económica sin alimentar la inflación; en suma, conseguir “la cuadratura del círculo”.

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