La escuela de verano

19 jul 2017 / 11:20 H.

Triste vida a la que nos hemos dejado arrastrar cuando hasta en vacaciones tenemos que desprendernos de nuestros queridísimos retoños, privándoles disfrutar del hogar. La conciliación familiar es quimera cuando aún es pronto para que queden solos los angelillos, refugios de ternura humanizante. Nos consolamos pensando que en el colegio veraniego estarán mejor que olgazaneando en casa, puede que sea verdad, pues quien los monitoriza debo decir son ejemplo de atención y cercanía con sus pupilos estivales, pero es seguro que ellos preferirían la presencia de sus papás y mamás compartiendo el idilio vital de estos meses de asueto, les ensancharía el corazón, a nosotros aún más. Pero tontos que elegimos perdernos sus carillas, sus ojillos ávidos de amor familiar, en ese callejón sin salida que es seguramente la opción de lo que creemos mejor para ellos subidos al carro social que nos empequeñece cuanto más nos alejamos de aquello por lo que precisamente nos esforzamos y más amamos. Perdona niño mío que ahora ya cansado no atiendo tu aletear.