La dimisión de Job

21 abr 2018 / 10:18 H.

Jaén es la ciudad de la paciencia. Pero en el sentido literal de la palabra: “capacidad de soportar molestias sin rebelarse”. Y como los mandamases se han coscado del bache atávico y enfermizo del personal, nos meten el España-Malta cada vez que lo ven bien. Si no fuera así, otro gallo nos cantaría, porque en lo de cantar, aquí ni los gallos cantan, ni los públicos ni los privados. Seguimos tragando estopa sin anestesia, y ni así nos duele. Hay un grupo musical en Jaén cuyo nombre define perfectamente a esta ciudad, El Club del Aguante. Y de eso va la cosa, pero ilustremos la cuestión: este jueves, en torno a la una del mediodía, en la parada de bus de la Avenida de Madrid a la altura de la tapia de los Maristas, una docena de personas estábamos absortas viendo el letrero cambiante de los horarios. Pasaban de una línea a otra anunciando que llegaban, pero nanai de la China; a los veinte minutos aparecieron cuatro a la vez. Para entonces, un octogenario medio mareado, a punto de entregar la cuchara por la espera infame y descontrolada, graznó con resignación: “Esto no lo aguanta ni el santo Job”.