La dignidad y las formas

10 mar 2016 / 17:20 H.

No sé si es que me estaré haciendo mayor, o carca, o razonable, o quizá todo a la vez. Yo también quise romper moldes sin darme cuenta de que las formas están asociadas a la dignidad de los lugares, sin darme cuenta de que entre instar a un alumno a que te tutee y que se crea que somos colegas solo hay un paso, porque hace falta un estadio moral, al que no llegan muchas personas ni en plena madurez, para apreciar la autoridad que emana de la persona o del cargo. Y las formas ayudan a captar ese principio de autoridad y, en general, la dignidad de lugares, instituciones y personas. Luego he tenido oportunidad de comprobarlo en mil lugares dispares, como aquella vez que asistí a un concierto de flamenco con el auditorio lleno a rebosar, para ver como una madre con su churumbel en brazos atravesaba el escenario en pleno concierto para ocupar algún hueco entre los palmeros ante el estupor del cantaor, que lo enmascaró con una sonrisa conmiserativa, y para colmo del bochorno, tener que callar al crío sacando la teta para amamantarlo. Viene al caso todo esto por los nuevos tiempos que corren en el Parlamento entre amigables o reprensivos tuteos, tiernos amamantamientos y cariñosos besos en el hemiciclo. Son anecdóticos, cierto, pero hay que saber distinguir entre llevar la calle al Parlamento y hablar de los problemas de la calle en el Parlamento. No hay que ser tan gráficos. Se puede seguir siendo demócrata, liberal y de la mayor conciencia social guardando las formas que hablan de la dignidad de los lugares. Tal vez así, en la calle, privándonos de ese grafismo, podamos concentrarnos en apreciar las diferentes ideas que se transmiten bajo unas mismas decorosas formas y desentrañar las actitudes o los gestos que hay detrás de cada parlamento, o en el peor de los casos, cualquiera sabrá captar que lo que allí se habla es algo serio y merecedor de la dignidad que los votantes le hemos otorgado. Dejemos los reality shows para Telecinco, y el Parlamento para convencer, para dialogar y para tratar de llegar a acuerdos que desbloqueen una investidura que, entretenidos en otras cosas y enrocados en posturas cerradas, se encamina adónde casi nadie dice querer.