La Abogacía en crisis

En los últimos días, quienes ejercemos la Abogacía, en Jaén, al igual que en el resto de España, andamos saliendo a la calle reivindicando algo que debiera haberse dado por sentado, sin necesidad de que tuviéramos que pedirlo, por el mero hecho de tratarse de cuestiones primordiales y elementales en cualquier trabajo. Concretamente me refiero a dos momentos en la vida profesional de la abogacía, cuales son, tener derecho a unas jubilaciones mínimas dignas y al pago de los importes que derivan del turno de oficio, en cuantía razonable y condiciones óptimas. Y es que, seguro que el resto de la ciudadanía ignora que quienes ejercemos la Abogacía, después de haber estado toda una vida cotizando, llegado el momento de nuestra merecida jubilación, tendremos derecho a una prestación cuya cuantía está por debajo, a veces, muy por debajo, de lo que un español que no ha trabajado durante toda su vida, cobra por una prestación no contributiva, es decir, que jamás haya aportado nada a las arcas de la nación. Y posiblemente, tampoco conozcan ustedes que, los profesionales adscritos al turno de oficio, cobran por la prestación de sus servicios, con mucho retraso, además de que el importe que se le abona por el mismo es como tres veces inferior al que cobran los profesionales pertenecientes al turno de oficio en el País Vasco, o en Cataluña, por poner sólo un par de ejemplos, ya que son ambas comunidades autónomas, las niñas bonitas de nuestro país. Qué lejos quedó, si es que alguna vez existió, la igualdad entre los ciudadanos, que con tanto empeño se nos instruía en las aulas de Derecho. Todas estas cuestiones tan lamentables, suscitan, irremediablemente, que, con el paso del tiempo, el ejercicio de nuestro oficio haya ido perdiendo importancia y dignidad, y viene sufriendo, con excesiva frecuencia, ofensas procedentes de las diferentes administraciones públicas, que de una u otra forma tienen vinculación con nuestro ejercicio profesional.