Jesús y Felipe Molina

13 feb 2018 / 09:02 H.

En Jaén donde resido, qué barbaridad, mi querido amigo, siempre se ninguneó o le puso zancadillas a quien se volcó por engrandecer esta tierra picual y alpechinera. Sin embargo, nunca es tarde si la dicha buena. Ahora, al cabo de los años, por fin, Nuestro Padre Jesús de los Descalzos tiene un himno con música de Emilio Cebrián y la quijotesca pluma de Felipe Molina Verdejo, mi maestro prologuista de uno de mis libros poéticos con marchamo jaenero, además de gran persona y mejor poeta. Lo recuerdo con lágrimas en los ojos cuando llegaba el Jueves Santo y el Grupo Literario el Oliva le dedicábamos al Más Gran de los Jaeneros, “El Abuelo”, una escogida gavilla de versos con los pasionales e inconfundibles olores a clavel rojo reventón. Felipe Molina Verdejo fue el último poeta sentimental que dejó Jaén porque tenía prisa por llegar a la mansión gloriosa de los elegidos. Recordar a este “pedazo” de poeta que dominaba el griego y el latín, dos lenguas muertas a las que él dio el soplo de la vida inmarchitable. Expectante estoy por escuchar la música de Cebrián y el verso de quien fue mi espejo en el que me miraba para no ser un poeta del montón. Al cielo le mando un abrazo, ese paraíso inacabable de la eternidad.