Instinto de supervivencia

23 oct 2018 / 12:00 H.

Cinco razas, seis lenguas, siete religiones. Miles de existencias, vuelan a su aire y echan raíces por rincones umbrosos. Se disfruta por doquier de una dulce anarquía que no nos exige nada salvo lo imposible. Se ha formado ya el lagar universal de tráficos exóticos de locos y más que locos; de amores tan perfectos como equivocados y de pesadillas surrealistas. De ciudades abiertas y arrabales infectados. De desplazados desolados por caminos polvorientos, que aparecen a la vista con sus desnudas naturalezas, tráfagos agitados y multiplicados en la calle de la miseria. Raras aleaciones de fonemas forman acordes arrobadores y hacen entregarme en cuerpo y alma a devorar sus notas trágicas y profusas. Las piedras tiemblan; saltan con estrépito los arquetipos de otro tiempo; cuesta respirar y soñar por la impresión; recuperar viejos sentimientos. No veo, no reconozco a poetas que reconstruyan estremecidos los cimientos recién puestos. Hagamos el esfuerzo de recuperar el espacio baldío; de expresar lo inexpresable; de buscar un pretexto para oler el azahar antiguo, el jazmín de siempre. ¿Acaso el canto del colibrí sigue siendo el mismo, acaso la luz de la luciérnaga alumbra ya las sombras abigarradas de la noche? Pero no importa, aún no es tarde para saborear el brillo especial de los sorbetes afrutados, de escuchar el brío único de las castañuelas y el cascabel. De rememorar por el camino, una enseñanza ejemplar, rebosante de un germen tolerante cuando fuimos emigrantes. No renuncio a ser generoso, el tiempo es bueno, está cargado de amistad para afrontar sin secretos lo que esperamos del otro, para descubrir bellezas ocultas. No trates de no pensar, de prescindir de tu conciencia, no seas tímido en los hechos, respira hondo y siéntete parte viva de tu ciudad. Revisa con libertad tu censura, tu trasnochada indiferencia. Guarda tu imagen intachable y empieza a compartir lo variado y profuso de tanta raza, lengua y religión. No te eches atrás y vayamos a su lado. Consigamos que desaparezca su vasta y negra desdicha, apaguemos su hambre y en paz evitemos su espantoso sufrimiento. No critiques, ten calma no olvides que antes, lamimos heridas que ahora bullen por playas vacías de esperanza, y cuántas veces la arena cubre hasta su sombra. Absolutamente solo en un ambiente extraño, rodeado de gente sin nombre, me sentiría inútil, si no hablara de ello. Y lo hablo porque lo vivo en silencio, escribo esta historia cantando mi verdad. Recreo una realidad, mostrando su sentido más profundo, no quiero escapar a mi destino, ni fugarme por atajo distinto. Cumplo con este sentimiento íntimo frente al mar o a la sombra de un olivo. Me regocijo con el que viene de lejos, con el sabor acre de su piel, de su silente palabra, y fervorosa oración. Deseo que desaparezca su dolor y hablarles tranquilo como os hablo a vosotros. Escucho sus respuestas inventadas y sus primeras ficciones. Deseo para ellos un océano de amor y mazapán, traerles suerte que no la muerte. Espero verles felices y hacer de su vida una existencia soportable. Deseo descubrir sus cualidades, sus caprichos, su razón de ser y su olfato innato para sobrevivir. Quiero que beban y se sacien en un mar de fiesta y chocolate; que el mar se trague los miedos y los problemas de unos recién llegados.