Herramienta electoral

26 nov 2018 / 11:31 H.

Fue el proyecto estrella de la única mujer alcaldesa de la historia de la capital y el principal instrumento político desde que la idea revolucionó el urbanismo jiennense. Hay quienes dicen que Carmen Peñalver ganó las elecciones municipales de 2007 gracias al proyecto tranviario y las perdió en 2011 por culpa de esta misma polémica infraestructura. Lo cierto es que, más de una década después, los partidos políticos utilizan como arma de confrontación y herramienta electoral una millonaria inversión que saca los colores a una ciudad que ofrece una imagen propia de un país subdesarrollado en el extranjero. Hay representantes públicos de capitales europeas que buscan fondos debajo de las piedras para conseguir un transporte sostenible y moderno como el que tiene Jaén y se llevan las manos a la cabeza cuando comprueban que los jiennenses tienen uno guardado en el cajón del olvido de una cochera. Incomprensible. Quién ganará las próximas elecciones municipales resulta toda una incógnita, lo mismo que las autonómicas, por más que estén a la vuelta de la esquina. Lo que sí es seguro es que el tranvía será, de nuevo, la excusa perfecta para intentar rascar votos. De unos y de otros. Sin color político.

No hay más que ver los mensajes que se suceden en los últimos días de campaña. Susana Díaz, Juan Marín, Juan Manuel Moreno y Teresa Rodríguez lo expresaron en sus entrevistas publicadas en las páginas de este periódico. En realidad, es en lo único que coinciden cuando hablan del presente y del futuro más inmediato de una ciudad atacada por el inmovilismo y la falta de oportunidades. Ninguno fue capaz de poner en funcionamiento el tranvía desde aquel día que un juez suspendió cautelarmente su gratuidad, durante el periodo de pruebas, y todos aspiran ahora a engrasar una maquinaria oxidada por la incompetencia y la falta de voluntad política.

El anterior alcalde, José Enrique Fernández de Moya, fue fiel a su promesa de no poner un pie en los cinco trenes que fabricó Alstom y, con la entrega simbólica de las llaves a la Junta de Andalucía, dejó escrita la consigna a su sucesor y, valga la expresión, un auténtico marrón. Aparcada quedó una inversión que no solo revolucionó la entrada norte a Jaén y la estética de casi cinco kilómetros de trazado, sino que renovó por completo todo lo que se encuentra en las profundidades del suelo que pisa. Tuberías, cableado eléctrico... y un buen saneamiento público que, de otra manera, todavía estaría a la espera de un milagro.

El sucesor del protagonista de aquella mítica frase, “jamás subiré al tranvía”, Javier Márquez, cambió por completo el escenario del “no” en una interesante búsqueda del “sí”. Apoyado en el hombro de un paisano con competencias en la materia en Sevilla, Felipe López, pegó una patada en la puerta del partido en el que milita y dio la vuelta a la tortilla con una foto que eclipsó hasta la última palabra. La imagen del alcalde en el trazado tranviario dio atisbos de cambio en un Ayuntamiento endeudado, eso sí, hasta las trancas. Sin embargo, cuando todo parecía estar atado para engrasar la maquinaria, llegaron las imposiciones políticas en forma de flecos capaces de romper el acuerdo.

Los aspirantes al bastón de mando, fieles seguidores de las fuerzas políticas que bloquearon la puesta en marcha del tranvía, se disputan ahora el triunfo de su desbloqueo. Saben que la ciudadanía tiene más que asumido que no se le pueden poner puertas al campo y que, una vez construida la primera línea, no habrá más remedio que hacer lo posible para que funcione con el fin de trazar una segunda. Será más fácil si los responsables dejan las medallas, por ejemplo, para correr la próxima carrera de San Antón.