Generación X, Y y Z

04 jul 2017 / 17:00 H.

Hace unos días, el Rey Felipe VI presidía en el Congreso de los Diputados el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas. Es el aniversario de una historia, que ni la generación “Y” o popularmente conocida como Milenial ni la generación “Z” (los nacidos a partir de 1996), han vivido y que estudian hoy como un pasaje de nuestra historia reciente, con los recuerdos y presentes que sus padres y abuelos puedan contarles. Tan despegados y anónimos se pueden llegar a sentir de esa historia, que algunos como Pablo Iglesias reniegan de ella y la cuestionan. En mi caso, como el del Rey y otros tantos millones que nacimos en el final de esa generación X que caminaba ya hacia la generación milenial, este episodio nos sorprendió con 7 añitos, los suficientes como para poder recordar la trascendencia de unas elecciones que se vivieron con un optimismo desorbitado. A pesar de mi corta edad, recuerdo la ilusión con la que en mi entorno se vivieron esas primeras elecciones, con una alegría contenida y ciertos recelos aún ante un panorama incierto, pero seguros de que el camino iniciado no tenía retorno.

Fueron momentos de profundos cambios políticos y sociales, en los que podríamos encontrar paralelismos con el actual momento sociopolítico, aunque por fortuna con una ventana de modernidad y progreso, incapaz de imaginar en 1977. Podríamos decir que la generación que hicimos camino en el inicio de esa historia, fuimos la generación “X”, es decir, la que vino después del Baby boom de los 60 y que el escritor canadiense Douglas Coupland popularizo en su libro “generación X”, la mal llamada generación perdida o la generación de Peter Pan. Somos una generación que con el Rey a la cabeza hemos empezado al fin a liderar los espacios socioeconómicos, en un momento de tan profundos cambios, que nos está costando digerirlos y adaptarnos a ellos. Nos ha tocado compartir este liderazgo con otra generación, los Milenials, que nos han comido el terreno del mundo digital, los idiomas y las nuevas reglas del empleo en tiempos de la globalización y con la de los jóvenes que vienen, la llamada “generación Z”, esos que empiezan ahora la universidad, que son ya jóvenes del siglo XXI, sin pasado en el siglo XX y que son nativos de casi todo lo que a nosotros nos ha costado digerir: nativos digitales, nativos inclusivos, nativos en varias lenguas y ciudadanos de un mundo global. En un momento pues de enormes transformaciones, convivimos tres generaciones a las que nos toca gestionar y liderar estos cambios tan profundos, una responsabilidad para la que el conocimiento de nuestra historia reciente es sin duda fundamental. Aunque personalmente tengo mis esperanzas políticas puestas en la generación Z, esa que, entre otras cosas, ha crecido en medio de esta crisis sistémica y está socializada en la austeridad, la ecología y la economía colaborativa, nos vendría bien recoger los mejores frutos de esos protagonistas de la transición y los cambios que promulgaron. Es, además de interesante, determinante aprender, por ejemplo, de esas pioneras 21 mujeres diputadas, que como Marta Mata, Carlota Bustelo o Mercedes Revilla, sentaron las bases de la igualdad y los pilares de una democracia que hoy podemos reconocer como madura. No ayuda mucho a seguir caminando y avanzando en democracia actitudes derrotistas y sectarias como las que vemos en algunos líderes jóvenes.