Frankestein tenía su punto

09 jun 2018 / 10:54 H.

El temido Gobierno Frankestein, al final, de cerca, gana mucho y, aunque brille algún tornillo, el resultado es terrenal. Se barruntaba un cambalache para contentar a la mayor parte del graderío y, sin embargo, el plantel titular tiene encandilada a la parroquia socialista (e incluso a aficionados no adscritos y algún líder del PP, cáspita). Al contrario que el personaje de ficción, la “materia prima” para confeccionarlo no se ha buscado en habitaciones de disección, osarios o patíbulos. Nunca una quiniela ministerial creó tanta expectación en la secuencia de nombramientos. Con cada elección de cartera había un mensaje nada subliminal y una intención por el toque...

Juego europeísta, frente al cerrojazo nacionalista; cargos con currículum y trayectoria antes que ofertas de temporada; independientes, mejor que tanto onanismo orgánico, y un guiño andaluz con toda la intención. De golpe, el muñidor de la criatura, Pedro Sánchez, recupera el pulso del socialismo cuando se desangraba en la mesa de operaciones demoscópica. Por el contrario, a quien se le ha puesto mal color de cara es a Podemos y a Ciudadanos. Destemplados por la savia nueva, esperan turno para cantarles las cuarenta a los débiles 84 diputados socialistas. El calvario empieza ahora, dijo expresamente Pablo Iglesias, como aviso a la feliz pandilla reunida por Sánchez.

Aún impresionados con el casting, costó reponerse de la última aparición de Aznar, con sus cameos en la actualidad como si fuera un Alfred Hitchcock desquiciado. Su afán de protagonismo está a la par del de Cristiano Ronaldo. Comparten, al margen de la pasión abdominal, el desenfreno de una locuacidad sin filtro, sin pensar, lluvia de ideas que no interesa a nadie. Aznar quiere ponerle al centro derecha su nombre, como el luso a la Champions, pero el brujo de las FAES va en serio, se ofrece como superhéroe a jornada completa. Un Superlópez ahora con bigote, ahora sin bigote. Sánchez acababa de presentar su particular “Liga de la Justicia” y ante la dimisión sentimental de Mariano Rajoy, de vuelta al pazo, entendía, hiperventilado, que son necesarios sus servicios. Pero le llueven los pitos de la propia grada popular, así que se retirará al refugio del laboratorio de ideas hasta el próximo hachazo en plan El Resplandor. “Somos como grandes jarrones chinos en apartamentos pequeños. No se retiran del mobiliario porque se suponen que son valiosos, pero están todo el rato estorbando”, de nuevo, la definición de expresidente de Felipe González no pierde un ápice de actualidad.

Al margen de la temible imagen del jarrón chino, guardando las esencias presidenciales, el efecto mariposa de la caída de Rajoy tiene terribles repercusiones en ecosistemas locales del PP. Quién le iba a decir al expresidente, después de sus carantoñas de investidura al PNV en 2017, con aquello de “si quieres grano Aitor te dejaré mi tractor”, que le quitarían el tractor y hasta el grano si se descuida. Y en el aleteo de este sistema caótico, quién le iba a decir a Fernández de Moya que la movida madrileña iba a durar tan poco y se cortaría de manera tan abrupta, a mitad del concierto. Con las maletas aún sin deshacer, una declaración en el Juzgado de Instrucción número 2, para un secretario de Estado de Hacienda en funciones en días difíciles. Arropado por los suyos pasó un maltrago de una hora y media. La guardia pretoriana que le acompañó en tan difícil paseíllo es parte del PP que él dejó, albacea de su pasado, y quienes tendrán que gestionar el futuro inmediato del partido en la provincia. Entre otros, el coordinador general del PP, Miguel Contreras y el secretario general del partido, Francisco Palacios. Queda por ver si, como su presidente, opta por un retiro de la política y se centra en su puesto académico en la Universidad. “Como decíamos ayer”, que dijera Fray Luis de León o como Miguel de Unamuno.