¿Europa? Sí, gracias

16 may 2019 / 10:58 H.

La pertenencia en sí, que no es otra cosa que “la circunstancia de formar parte de un conjunto o grupo” (hablando como país), ha sido una prioridad para España, o sea, para nosotros, desde que abandonamos el aislacionismo y decidimos ser un país democrático con todas sus consecuencias.

Los Tratados de París de 1951 y posteriormente los de Roma (1958), dieron lugar, junto a la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, a las Comunidades Europeas. Sobre el recuerdo vivo de la destrucción de Europa provocado por las guerras mundiales, Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Francia e Italia (países que fueron contendientes), se Unen para crear una organización supranacional donde el método es la colaboración entre los pueblos y no la confrontación, como había sido hasta entonces.

Se crea así la más formidable aventura colectiva de la humanidad de los últimos siglos, que se ha ido agrandando y hoy la Unión Europea somos veintiocho países que compartimos aduanas, libertad de circulación de personas, bienes y capitales, presupuesto y normas comerciales, fiscales y penales. Pero es, sobre todo, la expresión más avanzada de todo el planeta en libertades y derechos sociales y de ciudadanía. El precepto democrático y el avance social es la norma en este Viejo Continente, de una forma que nunca se ha experimentado en la historia.

Ahora se levantan lamentos justificados por la emergencia de viejas ideas nacionalistas, cuando no neofacistas, pero lo hacemos desde una mayoría social que quiere seguir profundizando en la fortaleza de una Europa más social y con una mayor integración. Por ello es necesario que esa mayoría vayamos a votar a las fuerzas políticas que abogan por la continuidad de la UE. Para mucha gente de mi generación, en una España semiaislada, Europa ha sido una tierra de promisión y cuando en 1986 se produjo nuestra adhesión efectiva a la CEE se inició en nuestro país una senda de prosperidad económica, profundización democrática y colaboración internacional. Así se cumplieron nuestras intuiciones y deseos y ha sido nuestra incorporación a Europa, una historia de éxito. Y aún es necesario ampliar los aspectos sociales y de solidaridad. Por muchos defectos que existan en la construcción europea, de ninguna manera puede inducirnos a tentaciones escépticas o antieuropeístas, o de vuelta a las “fronteras nacionales”, porque los grandes problemas planteados como el cambio climático, el control de las inmigraciones, o la revolución digital, requieren soluciones incluso superiores a nuestra escala continental. Una Europa Unida es la plataforma mínima y primordial, para encarar estas cuestiones. Europa es una razón evidente y práctica en nuestras vidas, estando la mayor parte de nuestras normas sociales, económicas y reglamentarias originadas y coordinadas por las instituciones comunitarias. Por ello son tan importantes estas elecciones en las que se enfrentan dos modelos: Uno que aboga por más integración y más ampliación del espacio europeo y otro que desea la vuelta a los Estados-Nación, lo que implica la paralización de la Unión Europea.

No es siquiera imaginable un retroceso en la colaboración entre los pueblos y la vuelta a los recelos y las enemistades que dieron lugar a las dos guerras más destructivas de nuestra historia. Se trata de construir y no de dividir. Yo tengo claro que en consonancia con mis antiguas y actuales esperanzas quiero más Europa, más integrada y más social y democrática. Les invito a votar por ello.