Europa,
¿qué Europa?

05 mar 2018 / 09:27 H.

Nunca fui euroescéptico, ahora lo soy. Coincidiendo con mis estudios de Derecho vi crecer y profundizar la Comunidad Económica Europea y los primeros desarrollos normativos; estudié el Derecho Comunitario y sus fuentes, viví con ilusión la incorporación de España y los esfuerzos para alcanzar la Unión con los tratados de Maastricht, Niza, Lisboa, el proyecto de Constitución, la creación del euro y el cambio nominal a U.E. Percibí como molestos los inconvenientes a un proceso de integración que parecía lineal pero que, unos por otros, no se consolida. El siglo XXI no le ha sentado bien a Europa porque olvidó sus raíces: la cultura griega, el humanismo cristiano y la civilidad romana, valores de Occidente y retrocede; lo económico va bien, las personas, mal; no existe ciudadanía europea, sí discriminación, Schengen, las fronteras, la inmigración y sus malos parches, un fiasco. Los Estados, celosos de su soberanía, son menos flexibles y no ceden privilegios políticos y peculiaridades penales. Un ejemplo: el extravagante Puigdemont, a fin de cuentas un fuera de la ley, zascandilea por Europa para vergüenza y oprobio de Cataluña, España y la propia Unión (¿qué Unión?) que lo permite. Aunque solo sea una anécdota, es un síntoma preocupante.