España, espejo oscuro

27 jun 2016 / 18:00 H.

Lo que retrata a un país, políticamente, no son las encuestas, sino lo que sus ciudadanos expresan en las urnas. Y el gran dato de la jornada electoral es incontestable. Ganó las elecciones el partido que ha sometido a la sociedad española a un tratamiento durísimo, implacable. Una cura de caballo compuesta de reforma laboral, recortes en sanidad y educación, saqueo en la hucha de las pensiones, salarios de miseria, contratos por períodos ridículos, hundimiento de las cuentas de la Seguridad Social, expulsión al extranjero de buena parte de sus jóvenes talentos, iva discriminatorio contra la cultura, elevación astronómica del déficit, etcétera, etcétera. Pero don Mariano y sus muchachos acaban de ganar, legítimamente, en la noche del 26 de junio.

De ahí parece deducirse, lógicamente, la conformidad de buena parte de la ciudadanía con las políticas sociales del PP, con el aumento inclemente de la desigualdad, con un sistema fiscal que premia las grandes fortunas y asaetea a la clase media. Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece. Y aquí nos lo ganamos a pulso, golpe a golpe, voto a voto. Un ejemplo cercano: que los populares mantengan sus resultados en la provincia de Jaén, pese al castigo inmisericorde sobre las subvenciones al olivar, tiene su miga. Pero debemos aceptar el veredicto de las urnas. Un servidor entiende, acepta y acata el pronunciamientio libre y soberano del pueblo, pese a los elementos apuntados antes. Pero, lo que desborda mi capacidad de comprensión es que, amén de esas políticas que hacen de España el país más desigual de Europa, los gloriosos vencedores de la contienda han visto desfilar por las portadas de los periódicos a Bárcenas, Rato, Blesa, Camps, Soria, Rita Barberá, Ana Mato, la Gurtel en pleno, la Púnica de la leche, los sobres bajo cuerda, y hasta un ministro del Interior que parece sacado de los Soprano, en su fervor conspirativo contra sus enemigos políticos. Los resultados de ayer harán dormir a pierna suelta a la España corrupta. Mientras, Europa democrática sonreirá ante el espejo oscuro en que los españoles nos miramos a la cara ayer noche. ¡Y lo que nos queda!