Entre la pose y los hechos

24 feb 2018 / 11:21 H.

Los cambios de “look” son necesarios y no hace falta ser un esclavo de Instagram para darte unos retoques de tarde en tarde. Esta semana la actualidad quedó maquillada por la horquilla de Ana Gabriel y el rasurado de “El Bigotes”. Nada es lo que parece, todo es adaptación al medio. Camaleónicos. Ella deja atrás el corte de “kale borroka” y se recoge su flequillo crispado en una idílica imagen de niña bien. Quizá en los próximos días podamos disfrutar de un tour por las televisiones suizas y descubramos estupefactos una falda de pliegues, un jersey anudado caer sobre sus hombros y unas perlitas para rematar la mutación. El país alpino es frío, con miserias capitalistas, pero es que la república albanesa no tiene tanto encanto y queda a trasmano. Centroeuropa es un buen destino, en general, para nuestros emigrantes del telediario. Allí también se obró el milagro y hasta Puigdemont se europeizó dejando muy mal parado al gremio peluquero catalán. Nos acordamos también hoy de otro vecino ilustre de Ginebra, Iñaki Urdangarin. Parece que fuera el año pasado cuando se le condenó. A él se le añora en Estremera, en Valdemoro, en esas cárceles “vip”, los presidiarios le rezan para encomendarse a su suerte. Es su ídolo en la trena, ya no proliferan desnudos en las paredes sino imágenes del mago de las finanzas en su día a día en el paraíso fiscal. Álvaro Pérez, el artista antes conocido como “El Bigotes”, se acordó mucho del duque en la comisión carnavalera que investiga la financiación del PP. También citó a quienes soltaban el “mondongo” y sin embargo no disfrutan de los estupendos cursos de cocina de la cárcel. El Bigotes, que venía del mundo del espectáculo, canta ahora el rock de la prisión mientras pasa de pochar a rebozar alimentos. Una oda a la corrupción, que también es Marca España, aunque no quepa por cuestión de rima en el himno de Marta Sánchez. Todos los himnos loan lo mejor de cada casa, sacan el lado bueno de la patria. Valores universales que al ponerles letra en una Constitución pierden vigor, se difuminan. Se rompe el hechizo al contacto con la realidad. Si es cuestión de gustos, me quedo con el susurro de Sabina, que en Interviú (¿dónde mejor?), sin el do de pecho de la madrileña y entonación aguardentosa, esbozó sus rimas a nuestra España en un par de borradores que no tuvieron fortuna.

“Ciudadanos, /en guerra por la paz/ y la diosa razón./ Mano en el corazón./ Ciudadanos, / ni súbditos ni amos / ni resignación / ni carne de cañón. / Pan amasado/ con fe y dignidad/ no hay nada más sagrado / que la libertad”.

Somos “tontérrimos”, como acuñó el malogrado Forges, porque a esos corruptos los vemos casi como los pintaba, con gafas oscuras, abusones y con la sensibilidad en busca y captura, pero somos incapaces de no caer en sus trampas. Ahora preparan otra con las pensiones, bajo cuerda, y piden a los señalados que abonen el terreno para un presumible hachazo final y, además, como en los cuentos malos, la moraleja para lerdos será que ya nos avisaron. Embaucados, sin embargo, delegamos tanto en los abuelos que son ellos, los pensionistas, los que salen a las calles para reivindicar cierta dignidad para hoy y lo que quede del mañana.

Esta semana, se apagaba una voz privilegiada de la transición en Jaén, la de Manuel Anguita Peragón, que mantuvo una trayectoria acorde con unas ideas por las que se comprometía cada día. Ideología con el manual en ejercicio. Manteniendo el rumbo, aunque la realidad, a veces, solo mereciera echarle una bocanada de humo. Contra esas fotos fijas, peleó y pelea una mujer a la que se le reconoce institucionalmente su brega por esta provincia. Pilar Palazón sembraba ajena a quienes hasta hace tres días la miraban con condescendencia al oírla reivindicar un Museo de Arte Ibero en Jaén. Trayectorias ejemplares.