En un día como hoy, mucha felicidad

24 dic 2017 / 11:14 H.

Días como soles hay pocos y hoy es uno de ellos, Nochebuena, que viene a coincidir con esta Crónica de la Semana que pretende, deliberadamente, alejarse de la actualidad, para adentrarse en sus corazones. De buen rollo les escribo para contarles cosas livianas en apariencia, pero que son las que nutren de vida nuestro ser porque no seríamos nadie, ni nada, si de valores no estuviésemos forjados, aunque ahora no estén de moda. A los valores de toda la vida, con especial incidencia en la felicidad, apelo ahora que nos disponemos a vivir con nuestras familias y seres más queridos la Navidad. Y lo hago convencido de que el espíritu navideño impregna todo y somos mejores personas de lo que habituamos. Hay más besos y abrazos, que el mundo está necesitado de piel con piel, y más jolgorio y consumo, lo cual mueve la economía y rompe la inercia de la sociedad. Hoy es un día de alegría porque está impregnado de cariño y de amor y de paz, valores consustanciales al ser humano y que olvidamos consciente e inconscientemente el resto del año. Hoy es un día de felicidad, de mucha felicidad, que cualquier celebración con los tuyos impregna de sonrisas la casa de los abuelos del pueblo, el piso de tus padres en cualquier empinada cuesta de Jaén, allá donde creciste con las tres “cés” que conforman la vida de varias generaciones de jiennenses, la “c” de la calle, la “c” del colegio y la “c” de la casa. Calle, colegio y casa donde aprendimos de fechorías y de sueños y donde recibimos cariño a raudales, por eso es tan entrañable la Navidad porque volvemos a las raíces con quienes más queremos, al fuego del hogar del amor en estado puro. Y deberíamos hacerlo rememorando a la par esos valores que nos inculcaron de respeto y compañerismo, tan simples en apariencia pero que condensan la inmensidad del disfrute como humanos, las pequeñas grandes cosas de la vida. No hay por qué dejar de ser responsable ni tolerante ni honesto, nunca y en ninguna circunstancia, porque no y porque frente al tremendismo y la mala baba solo cabe firmeza, no colocarse al lado de quienes solo buscan su beneficio personal y el sol alumbrando permanentemente su ombligo. Acabo con la solidaridad hacia quienes nada tienen, con quienes dejaron su tierra y su hogar lejano (sin dulces ni comidas al horno) para buscarse el sustento; para no morirse de hambre, literalmente, se subieron en cayucos y balsas, combatieron sin armas contra mafias y desiertos y ahora los tenemos recogiendo aceituna, a nuestro lado pero no los vemos. Un beso para todos, especialmente para ellos, los desheredados anónimos del Santo Reino, que batallan el grandioso valor de su libertad junto a nosotros y no sabemos comprenderlos.