En el adiós a ETA

Respiramos tranquilos después de que los terroristas entreguen sus armas, lo haremos más cuando quede disuelta la banda terrorista >> Pero no olvidemos nunca jamás lo que nos hicieron sufrir >> La Ley y la democracia se imponen siempre, con unidad

09 abr 2017 / 10:55 H.

Hace solo cinco años que ETA dejó de matar, parece mucho tiempo, la memoria incluso nos llevaría a alargar nuestra creencia de cuándo fue realmente; fue tal la paz interior que alcanzamos, que el tiempo se nos escapa entre los dedos, fue tal el sufrimiento padecido, que la memoria no puede empequeñecerse aunque nuestra tendencia a olvidar lo que nos duele sea innata a la condición humana. En el adiós a ETA, ahora que ha entregado su arsenal de muerte, pero que no se ha disuelto, solo nos cabe a los demócratas la fe firme de que la Ley siempre es capaz de imponerse a la barbarie, que el convencimiento en los principios democráticos es arma efectiva contra asesinos y quienes los jaleaban. No hay satisfacción cuando el reguero de muerte y terrorismo es tan grande, pero podemos respirar más tranquilos, sin olvidar.

Ni olvidamos ni perdonamos a quienes quisieron imponer su ideología y sus creencias a base de muerte, tragedia sobre tragedia, impotencia porque los cobardes terroristas mataban de un tiro en la nuca, con un coche bomba o secuestraban meses y años si no se pagaba su impuesto revolucionario. Más de 800 personas han muerto en el medio siglo de existencia de la banda terrorista ETA en casi 2.500 actos terroristas, 29 de ellos de Jaén, medio centenar heridos de diversa consideración, un centenar de familias desgajadas de por vida de tanto sufrimiento. No estaba tan lejos de nosotros el ‘conflicto vasco’, como desesperadamente llegaban algunos partidos e incluso medios de comunicación a definir lo que allí estaba pasando. Como sociedad unida y solidaria, además, cada atentado en cualquier lugar de España, fuese donde fuese, era un jirón de piel que nos arrancaban. Ninguna muerte tiene justificación, nunca jamás, más aún si alguien decide arrebatarle la vida a alguien porque sí, porque no le gusta cómo es, porque así engrandece su ego y conquista una tierra en la que todos tenemos cabida, todos menos los asesinos, los cobardes asesinos que sembraron el terror en un maravilloso país como es España. No lo olvidemos.