En busca de la excelencia

17 feb 2018 / 11:09 H.

Uno de los factores que más contribuyen al desarrollo económico y social de un territorio es su propio tejido empresarial. Es curioso que determinados lugares se caractericen por tener un ecosistema emprendedor, y en otros, sin embargo, destaquen por una alarmante ausencia de empresas. Esta caprichosa concentración empresarial no responde a la existencia de mejores recursos naturales y, en ocasiones, nos encontramos provincias que hace un siglo podríamos considerar paupérrimas y que, sin embargo, hoy cuentan con una fuerte riqueza empresarial. Para que se cree un ecosistema propicio hay una serie de factores que hacen de estas zonas lugares singulares. La concentración demográfica en núcleos urbanos, las infraestructuras de la comarca o incluso la propia personalidad de sus habitantes son algunos de estos factores. No sorprenderíamos a nadie si dijéramos que Jaén no cuenta con un ecosistema empresarial óptimo.

En 2016, en nuestra provincia, se creó una sociedad por cada 996 habitantes, uno de los índices más negativos de España, mientras que en Málaga tienen tan sólo 248 habitantes por sociedad constituida. Un ecosistema es una red que ayuda a multiplicar el valor de las empresas ya establecidas. Es cierto que en Jaén existe una tendencia al ahorro, lo que no se relaciona con determinadas aventuras empresariales, y sus gentes se conciben a sí mismos como gente conservadora y poca amiga de las locuras económicas, pero no es menos cierto que la escasa inversión pública en infraestructuras contribuye a la falta de atractivo de empresarial. Vivimos un tiempo que podríamos calificar de expansión, una vez tocado el suelo tras una década de descenso vertiginoso. Es ahora el momento en que la ilusión por conseguir el éxito es mayor al miedo al fracaso y, por lo tanto, propicio para iniciar proyectos empresariales. Pero, igualmente, es momento de reestructurar las empresas que han logrado sobrevivir a estos duros años, para hacerlas más competitivas. Allá por 1982, Tom Peters escribió “En busca de la excelencia”, todo un libro de texto vigente del management a emplear en estos procesos de reestructuración. En dicho “manual” se analizan ocho criterios que hacen a las empresas excelentes y que pueden ser aplicables a otras. Básicamente las empresas son excelentes porque están orientadas a la acción, tienen cercanía con el cliente, fomentan la autonomía e iniciativa de los empleados, cuentan con personas productivas, se orientan a valores, son fieles a su negocio central, cuentan con una estructura simple y tienen una dirección central con libertad individual. Sin embargo, aplicar estas técnicas parece lejano en la tipología de empresas de nuestro entorno, más caracterizadas por un pequeño tamaño y escasa cultura de inversión en organización empresarial. En estas empresas las responsabilidades de gestión están muy concentradas, las decisiones las toman muy pocas personas, en ocasiones una sola, que debe contar con conocimientos sobre gestión, recursos humanos, marketing, fiscalidad, finanzas, planificación, negociación, y dirección de equipos. Para estos casos, es necesario aplicar una guía de buen gobierno orientada precisamente a obtener esta excelencia en pequeñas y medianas empresas. Existe una guía de buenas prácticas específica para este fin y que se ha presentado por el consejo general de economistas en la que se canalizan todas las habilidades empresariales y que permite una autoevaluación de los diferentes procesos. Tras esta evaluación se han de marcar una serie de recomendaciones basadas en el cumplimiento de una disciplina y de unos objetivos que conducen a esa deseada excelencia empresarial. Y es que, como diría Aristóteles, “somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia no es un acto aislado, sino un hábito”.