Pactos y alimentos

30 dic 2018 / 11:03 H.

Un viejo catedrático de un Instituto de Madrid explicaba la realidad, por compleja que fuera, acudiendo a ejemplos generalistas que a través de su simplificación parecían revelarlo todo. Asimismo, podíamos decir de manera imaginativa que a los pueblos ribereños del Mediterráneo, se nos dan mal los pactos, porque nuestras comidas son la mezcla de muchas cosas y depende del gusto familiar y local para que nos sepan bien o no, y por eso no hay pacto que sea posible. Esta exageración nos sirve para entender dos cosas, que las explicaciones generales no valen y que todo, por raro que nos perezca, es el efecto de un pacto anterior. El resultado de las últimas elecciones andaluzas es la misma línea de voto que desde hace tres legislaturas se viene produciendo, en las dos anteriores el Partido Socialista pactó primero con Izquierda Unida, con quien terminó tirándose de los pelos, y luego con Ciudadanos, donde el tono fue más comedido, entre comillas. Ahora le toca a la derecha pactar, y eso es bueno para todos, aunque a muchos no nos guste, porque la labor de gobierno exige moderación y en compañía, además, paciencia; de hecho los planteamientos extremos, exagerados y dramáticos de la gente de VOX ya se han visto rebajados, seguramente no porque quieran, sino porque la grandeza de la democracia es esa, que desde el respeto por lo plural no impone nada fuera de manera general que no se haya pactado. Podríamos decir, así pues, que el secreto del gazpacho no es que mi madre lo haga mejor, sino que todos entendemos que es un alimento que nos gusta y nos representa, aunque a mi vecina le guste hacerlo con más ajo y a mi madre con menos vinagre.