El valor del silencio

21 feb 2017 / 11:23 H.

Que nuestra sociedad es ruidosa es un hecho manifiesto. Lo es porque todo el ambiente que nos rodea está lleno de ruidos: los de las calles en las que sería imposible la enumeración de todo lo que resulta molesto; los de ambientes interiores, poseídos de voces que no hablan sino que vociferan, de murmullos constantes que se mantienen en reuniones y que denotan no ya un inadecuado saber estar en los sitios sino la más absoluta falta de interés por lo que dice el otro. Los ruidos omnipresentes y se que reproducen perpetuando lo parasitario. Un parásito que enajena, que impide la concentración, la verdadera comunicación o el auténtico uso de la palabra. Puede que no sea tan manifiesto lo pernicioso de esta proliferación del ruido. Por este motivo hay que reivindicar la necesidad del silencio. Del silencio que enseña a escuchar y que casi no existe hoy en ninguna parte. El silencio del que calla, del que aprende, sobre todo, del que escucha.