El sonido del silencio

Cerré los ojos un momento y solo escuché “silencio”, ¿dónde estaban los niños?... Un instante pensé: “están de vacaciones”. Sería eso, tal vez estuvieran metidos en casa, o de campamentos, o lo mejor: disfrutando en la playa en los chalets de la compañía de su familia. Quería apartar de mi mente la idea de que anduvieran recluidos de nuevo en centros educativos o campamentos que siguen siendo la continuación de una “dictadura educativa” que no coge vacaciones, impuesta cuando los padres no saben qué hacer con ellos. Abrí asustada los ojos y de nuevo oí sus vocecitas juguetonas, jugando en la calle mientras se perseguían corriendo al pilla pilla, al escondite, y al pollito inglés, paseando en bicicleta... ¿De verdad había despertado de ese letargo de sobremesa? o eran las vacaciones que recordaba de mi niñez y que me devolvían la memoria de la libertad que antaño se podía sentir corriendo por las calles de mi barrio y jugando con mis amiguillos, caerme como un borrico viejo, y que mi abuela a hurtadillas me curara las heridas ¡un día de piscina municipal era unas vacaciones! En fin, ese era nuestro verano, nuestra diversión y no necesitábamos aparatos que te aislaran del mundo, de la infancia y de los amigos. Y recordando me quedo en mi barrio.