El reencuentro

21 feb 2017 / 11:19 H.

No sé si con el paso de los años nos vamos haciendo más pequeños o es que Jaén, nuestra entrañable ciudad, se va haciendo más grande. El caso es que las distancias entre los amigos se alargan, a veces de tal forma que entre un abrazo y otro se acumulan años. Gracias a la visita que hice a la actual exposición fotográfica “Jaén bien vale una sonrisa”, que Diario JAÉN inauguró en el Bar La Barra, pude reencontrarme con uno de mis grandes amigos de casi toda la vida: Carlos de Pablo Maroto. Yo era un chiquillo cuando él, un buen mozo ya, trabajaba en el desaparecido Café Principal, de Llavero, ubicado en la entonces Plaza Vieja. Cuando este café desapareció, obligado por el progreso urbanístico, pasó a La Barra, un bar que antes yo frecuentaba cuando tenía 17 años y que con el nombre de Brindis lo regentaba Juan, padre de mi fraternal amigo Pepe Rodríguez Poyatos.

Cuando el bar cambió de nombre y de dueño, comenzó a fraguarse mi amistad con Carlos de Pablo. Un hombre educado, moderado, cumplidor, honesto y leal con quien se siente uno bien hablando mientras te servía una cerveza. Solía ir a menudo. Recuerdo a Alfonsa, su esposa, fallecida siendo muy joven. Ella estaba en la cocina de donde salía cuando me escuchaba hablar porque decía que se reía mucho con mis ocurrencias. Era una excelente cocinera y una mujer con una encantadora amabilidad. Alfonsa falleció en 1989 y recuerdo que entre otros, yo le hice este verso: “...Pero el destino quiso, que la llamara el Señor/ porque quiso probar Dios/ las excelencias de sus guisos”. ¡Cómo ha pasado el tiempo! Pero el tiempo no logra borrar ni llevarse los recuerdos. Y todos acudieron a mi mente cuando, el pasado viernes, tuve la oportunidad de dar un abrazo, después de mucho tiempo, a mi fraternal amigo Carlos. La Barra —ahora regentada por su hijo Carlos Alfonso— era el viernes un hervidero de amigos que se dieron cita para admirar esa curiosa exposición de viejas fotografías cargadas de evocaciones y añoranzas de nuestro viejo Jaén. Esa sufrida pared sabe mucho de arte, porque en ella se exhibieron otras muestras de arte y colecciones de objetos antiguos, como los que presentó mi amigo Miguel Palop, ya que de siempre, padre e hijo, han tenido una sensible y especial vocación por todo lo artístico, sobre todo, si está relacionado con Jaén y sus gentes.