El Real Jaén

05 jun 2017 / 11:09 H.

El título del artículo, es la antesala de una temática sobre la que siempre anduve esquivo a la hora de manifestarme. El motivo no fue otro que el haber disfrutado de la oportunidad de trabajar en la gestión del club y conocer de primera mano entresijos, particularidades, fortalezas y miserias de la más emblemática y vetusta sociedad deportiva de la que nos orgullecemos los jiennenses aficionados al deporte y más concretamente al fútbol. Sin embargo y precisamente ahora, que deportivamente el club vuelve a un lugar en el que, por historia, ciudad y repercusión, nunca debió retornar, es cuando decido hacer públicas unas consideraciones, con el ánimo de que puedan ser de utilidad, a quien estime conveniente dedicar unos minutos a la lectura de este humilde artículo de opinión.

El Real Jaén, como producto, posee un nivel de fidelización fuera de lo común. No hay más que ver cómo año tras año e independientemente de la división en la que compita el equipo, la masa crítica de abonados es relativamente estable, con una tasa de fuga moderada y un recurrente número de simpatizantes, variable en cuanto a su contribución directa, motivada esta por lo poco sostenible en el tiempo que se ha mostrado el club, tanto a nivel de resultados deportivos, como a nivel de sus equipos de gestión. Un aficionado al Real Jaén, a lo largo de su vida puede que cambie de casa, de trabajo y de distintas marcas en su consumo diario... pero ¿y de equipo, creen que cambiará de equipo? Quizás aquí y por el rural sentimiento de inferioridad que nos limita, comparta ese fervor con alguno de los “grandes”, pero la respuesta y sin temor a equivocarme, es que raramente lo hará. El Real Jaén suma a sus distintos atributos y valores un componente emocional que fideliza por encima de éxitos y fracasos. Esta es la obsesión de las marcas... conseguir productos que tengan esas características y es el motivo por lo que muchas de ellas se acercan a los clubes deportivos buscando esa fidelidad, para intercambiar experiencias con sus productos o servicios, en forma de patrocinio. El Real Jaén tiene que renacer y crecer de la mano de un proyecto humilde en cuanto a su dimensión presupuestaria y organizativa, pero tremendamente profesionalizado y ambicioso en cuanto a su reposicionamiento como oportunidad para integrar los intereses del propio Real Jaén, los de sus aficionados y simpatizantes y los de las marcas que se involucren en el nuevo proyecto.

El cambio de formato que ha experimentado el patrocinio deportivo obliga a trabajar en un escenario en el que no basta con acciones de mera visibilidad, es decir ya no es suficiente aparecer y estar en un lugar más o menos preferente con base en la cantidad aportada, ya que este tipo de patrocinio convencional reduce el retorno de la inversión a mínimos. Ahora, que curiosamente es cuando más abajo estamos en cuanto a categoría, es precisamente cuando los directivos del Real Jaén tienen la responsabilidad de exigir una colaboración que ha de ir más allá y la obligación de convertirse en actores principales para garantizar la puesta en marcha de acciones de cobranding entre el propio club y las marcas que “se suban al carro” para conseguir crear de manera conjunta contenidos que sean útiles para los aficionados, para conseguir hacer experienciales los eventos, los partidos y cualesquiera acciones donde el Real Jaén, sus patrocinadores y los aficionados concurran, y para conseguir que la difusión de esos contenidos (incluyendo las retransmisiones) sea una difusión transmedia, y que la misma y esto es importante, sea explotada comercialmente. Nuestro Real Jaén, aún con su “mala, malísima salud de hierro” como decía el maestro Fernando Arévalo tiene ahora, por las cosas del destino, una excelente oportunidad. Ánimo para los responsables, compromiso para los agentes, visión y acción para las marcas, suerte para los profesionales y admiración para los aficionados, son mis deseos para este ejercicio. ¡Hala Jaén!