El PSOE y la idea de España

29 jul 2017 / 11:11 H.

El PSOE se ha enredado con la definición de España, que es algo mucho más difícil que hacer España. Felipe González —sobre todo— y José Luis Rodríguez Zapatero se dedicaron a hacer país, lo modernizaron, y abrieron las ventanas para que entrara aire fresco y sol a este lugar tradicionalmente oscuro y asfixiante, parecido a aquella celda en la que agonizó Doña Juana de Castilla. En España echaron el cerrojazo los Reyes Católicos y nadie se preocupó de ventilar hasta que llegó Manuel Azaña. Las distintas federaciones socialistas se han lanzado ahora a plantear con gran variedad de criterios la denominación de cómo debe ser el Estado autonómico. Pedro Sánchez, en el reciente Congreso federal, estableció el nombre de “Estado plurinacional”. El PSOE andaluz, que este fin de semana celebra su cónclave en Sevilla, se inclina por “un modelo federal cooperativo”. Lo cierto es que Pedro Sánchez y Susana Díaz se han empeñado en definir algo, España, que en su día no lograron hacer ni don Miguel de Unamuno ni don José Ortega y Gasset. De modo que nadie sabe a ciencia cierta lo que es España —el que menos, claro, Carles Puigdemont—. Tampoco Mariano Rajoy sabe lo que es España, pero ni siquiera reflexiona sobre ello, porque la derecha se ha ubicado en el inmovilismo mental y gubernamental, y como mucho se limita a aceptar ese viejo concepto de que le duele España, tal vez porque siempre es más lírico y menos molesto el dolor de España que el dolor de muelas. Pero dejemos a la derecha y sigamos con el desencuentro socialista sobre la idea de España. Tal vez finalmente encuentre la definición Miquel Iceta, que en la campaña de las últimas elecciones catalanas no paró de bailar en público junto a Pedro Sánchez y últimamente ha aparecido riendo casi a carcajadas, feliz de la vida, junto al secretario general, lo que tiene su importancia en este país cejijunto y guerracivilista, permanentemente enfadado, en este país oscuro y de alcobas cerradas, como en aquella película, “El Rey pasmado”, protagonizada por Gabino Diego, en la que el Rey se empeñó en ver desnuda a la Reina pero el clero y toda la corte de validos se lo impedían.

Puigdemont, decíamos, ignora lo que es España y, sobre todo, lo que es Cataluña, pero a falta de ideas se ha ubicado en el eslogan, en estos tiempos de reduccionismos, con la frase “España nos roba”, que viene a ser una copia mala de lo que hace décadas dijo el otro de que “sombrero en mano entré en España, pero en seguida me lo robaron”. El PSOE se enfrenta, además, a un debate ideológico que no es propio, sino de toda la socialdemocracia europea. Solo que mientras en Europa hay partidos socialistas que se han derrumbado por completo y otros que han caído en la intrascendencia, el PSOE mantiene su equilibrio y continúa siendo una clara alternativa de gobierno. Pero da la impresión de que el estado de depresión general existente en el Partido Socialista le impide ver ese perfil optimista de su propia realidad. Porque en este país no hemos leído ni a Ortega ni a Unamuno, ni mucho menos al gran Josep Pla, sino a don Marcelino Menéndez y Pelayo, quien, ante cualquier innovación de la idea de España que no viniera escrita desde hace siglos a mano en un legajo, salía con un martillo de herejes que tenía en casa y destrozaba el invento a martillazos. España, pues, no tiene arreglo.