El poeta Nicolás Ortiz

23 ene 2019 / 12:29 H.

Fue cofundador del grupo poético “Barcarolas”, una barca de la rima que, como tantas otras, hizo aguas por todas sus cuadernas al faltarle, no estímulo e ilusión en sus marineros poéticos, sino por esta cosa tan absurda de la sociedad a la que esto del parnaso les importa un rábano con las hojas incluidas. Pasó por la vida sin armar ruido por temor a que las baldosas se molestasen. Amable, chirigotero. Su sentido del humor rayaba en la ironía, seguramente porque pensaba que nacer en un mundo de ricos y pobres, mangantes y decentes, buenos y más malos que Barrabás era la mayor de las ironías. Vivió como Dios le dio a entender, es decir, a trancas más barrancas, con más dificultades que satisfacciones, con más obstáculos que las competiciones hípicas. Era un poeta sin alharacas porque así lo parió su madre acá, por Baños de la Encina. Fue gorrión llenando chatos de vino manchego y tapas de queso picoso, entre charla distendida y algo de chirigoteras. Su talento y su talante le grajeó enormes simpatías. Ya hoy en desuso porque solo priman el móvil, el “guasá”, las redes sociales y no sé qué más estupideces a la orden del día. Nicolás se nos fue como se van las buenas personas que tienen buen corazón y son amigos de los amigos.