El poder fáctico

24 abr 2019 / 13:16 H.

Dominio hegemónico caudillista, (económico, mediático político...). Cuarenta años de dictadura. Y desde el 78 la parte de la piel de toro que corresponde al país de las Españas se ha convertido en una ciénaga en donde los indecentes del taco no concurren directamente en las candidaturas de las listas electorales, pero tienen su programa estratégico con el que gobiernan sus siervos de la política; los mejores pagados, los que disfrutan de los más altos privilegios y con licencia de corrupción en la pestilente corte calada en lujosos perfumes que camuflan y confunden su hedor con la fragancia del pueblo para que todo resulte bien y no pase nada de nada ante tanta apariencia elaborada. Vamos 40 años tarde. Quienes conforman el pueblo, que no dependen de rentas y tienen que trabajar para poder vivir, aspiran desde sus derechos y obligaciones y, “tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”. Igualmente, “tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”. En cuatro días se decide el país que quieren los políticos. Sí. Que nadie se engañe, durante los cuarenta últimos años, en términos reales; el pueblo, la clase trabajadora, nunca decide el país que quiere ya que las migajas que a posteriori se ejecutan políticamente ignoran la Constitución y nada tiene que ver con la realidad de la necesidad ni con el imaginario colectivo de vida del pueblo. El expolio al pueblo en el cenagal: Robo de derechos, rescate de la banca, precio de la luz, telecomunicaciones, agua, gas... El rezumar putrefacto de la extorsión implantado desde las cloacas por el poder fáctico pone en jaque a la gobernanza. Si la política, en todo este tiempo, que ha gobernado este país fuera decente; el Senado, el Parlamento y otras instituciones estarían cerrados.