El pelotón de los torpes

16 abr 2018 / 09:35 H.

Cuando estuve en el servicio militar en El Pardo (Madrid), lógicamente a las pocas semanas ya se iba definiendo el que en la mili se llamaba “el pelotón de los torpes”. Nada se le podía reprochar a nadie porque al servicio militar nadie iba por su gusto. Cada quien era como era y así había que aceptarlo. Ahora no existe la mili, pero sigue habiendo pelotones de torpes por doquier, muy especialmente en la política. Y estos cortitos, sobre todo de memoria, no tienen excusa, porque están en ella voluntariamente y, además, cobrando muy buenos sueldos. Así que había que pedirles un poco de esfuerzo o, al menos, mejor voluntad, porque no pueden evadirse de las responsabilidades por las que perciben muy buenos dineros repitiendo la muletilla de que ellos no sabían nada de nada. Lo que estamos viendo en este país es para sentir vergüenza y no diría que vergüenza ajena porque al fin y al cabo somos nosotros quienes los votamos y también tenemos nuestra responsabilidad. Lo que pasa es que son tan repetidas estas manifestaciones de irresponsabilidad que ya a la vez que vergüenza causan risa. Pero una risa anegada de pena, de desencanto. Llega uno a pensar que tenemos gobernando y nos gobernaron antes las personas más torpes del país. Lo estamos viendo cada día en el juicio de los ERE, donde todo el mundo esconde la cabeza como los avestruces. El mismo José Antonio Griñán se declara desconocedor de lo que pasaba en la Junta de Andalucía que él gobernaba. ¿Quién se lo puede creer a no ser que se trate de que al parecer nos estuvo gobernando un indocumentado? Y la misma impresión producen muchos más como Esperanza Aguirre, Francisco Camps y hasta el mismísimo Mariano Rajoy.

Estamos hartos de juicios interminables en los que da la impresión de que cada quien marea la perdiz a su antojo. Lo grave no es que en estas causas lo que se marea no es la perdiz sino la basura que está costando a los ciudadanos un capital, en dinero que se pierde por arte de birlibirloque y del que no aparece ni un euro. Y esto en un país donde no se invierte demasiado en educación, sanidad, servicios sociales, ciencia y en el que las pensiones de los jubilados están en veleto, es muy grave, trágico diría yo. Pero la nación estuvo y sigue estando en manos del pelotón de los torpes, unos torpes de conveniencia que luego son más listos que nadie a la hora sacar ventajas prohibidas.