El Nobel de Literatura

09 abr 2019 / 16:45 H.

Demasiadas imágenes sacadas de multitud de artículos. Han sido muchos recuerdos sensoriales de libros leídos en noches de insomnio, para no tomar conciencia de que debía rendir un humilde homenaje a quien con sus escritos me ha hecho observar las perspectivas cambiantes de lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Él desenredó en parte aquella maraña de ideas y conceptos que no estaba seguro de entender. Gracias a él puede distinguir la verdad en un mundo donde parece inverosímil que exista. Caí de bruces entre una hojarasca de dudas que me devolvían a una realidad de una envergadura amenazante. No estaba habituado a que me mordiera por dentro la impaciencia por descubrir los sobresaltos de la imaginación que me producían lecturas como las de “El invierno en Lisboa”, “Córdoba de los Omeyas”, el conmovedor “Plenilunio”, el laureado “Jinete polaco”, “Tus pasos en la escalera”, narrada en una prosa rica y fluida. Pero fue con “Beatus Ille” con el que me enganché a un estilo narrativo culto, técnico, sugerente y personal. La vida entera resumida en la elementalidad narrativa de la ficción real de leyendas que hablan de los orígenes de un autor despojado de responsabilidades excepto de la de escribir, una obligación gratificante que aguarda con docilidad y paciencia la llegada del Nobel de Literatura, un matiz en su vida que no le acelera el pulso ni el desasosiego en el corazón. Porque en el fondo intuye que es cuestión de tiempo que se haga realidad. Será en una mañana vítrea de frío y de pálido cielo azul, cuando una voz arenosa que hablará en voz baja y sin apenas abrir la boca, anuncie el virtuosismo de un escritor ubetense que reúne el consiguiente beneplácito unánime de la Academia, la cual se sentirá orgullosa y complacida de conceder el premio Nobel de Literatura al aspirante A.M.M. Destacará entre sus méritos, la capacidad de fabular, de entender el pasado, de apropiarse de las claves del presente, de absorber los sonidos que no se apagan nunca de la calle, por lo que mantiene una relación con ella inmediatamente real. Dirán que vive ensimismado en la tarea de escribir de manera serena, reflexiva y un poco melancólica por las costumbres sólidas que la sostienen. Dirán que está unido a la literatura por algo que intuye en el silencio de sus cavilaciones que no son sino el éxtasis detenido de soledad y contemplación. Tal y como se refiere A.M.M. a los autores que según él optarían perfectamente a PN, yo desde estas líneas, quiero mojarme a favor de un gigante literario que nos hace un regalo de gran literatura a través del complejo universo que ha creado. A.M.M. se ha vuelto un escritor cauto, prudente, que cogió carrera el día que salió de Úbeda y está dispuesto a dejarse llevar por ese impulso privilegiado que puede conducirlo a recibir el premio Nobel de Literatura. No necesita medirse con nadie, solo tiene que dejar que la escritura fluya en su conciencia. Él es un hallazgo intelectual para la Academia que pronto tendrá que reconocer a un escritor sobrio de mente despejada y con el arrojo necesario para contar la historia de un protagonista y un destino, su destino, y continuar escribiendo y lanzarse a la conquista de un Nobel que definitivamente se ha ganado. No por algo se ha instalado en esa posición privilegiada de la literatura que aguarda el Nobel de Literatura.