El lenguaje de Jaén

15 abr 2019 / 16:43 H.

Perdonen las molestias. Imitando a Paco Umbral, que le dijo que cuándo iba a hablar de su libro a Mercedes Milá, me tomo mi gratuita licencia, en columnaria Mirilla, yo me lo guiso y yo me lo como para escribir de mi próxima aparición en la imprenta, si el tiempo no lo impide, y si la “autoridad” lo permite, del “Lenguaje de Jaén”, un libro al que he hincado el diente durante más de siete años. En este libro recojo nuestro amplio refranero, dichos, sentencias, ocurrencias, más de una serie de topónimos de nuestros lugares o calles cuyos nombres insólitos, además de unos vocablos solo pronunciados en Jaén, como pueden ser sostrazo (guantazo); cazoletero (entrometido); salpichirri (donaire); ojos chirris (legañosos); alpiste (vino); juancojones (templado, paciente); venacápacá; subir parriba y bajar pabajo; engurruñío (que se gasta menos que el llamador de un cementerio); ¡lavística!, ¡lavirgen!, ¡ni pollas! (exclamaciones extemporáneas); farfolla (hojas secas de maíz), y un largo etcétera que le darán no sé si lustre y esplendor a un lenguaje más jaenero que Furnieles o que la esquina de Sagrario. Hago suyas las palabras de Juan Espejo, publicado con holgura y generosidad por el Colegio Oficial de Enfermería, cuyo timonel es Pepe Lendínez. Creo, sinceramente, que esta obra verá la luz si por Dios y por Jaén soy servido.