El juego de la silla

25 sep 2017 / 10:40 H.

Lo hicieron a las bravas. Importante era el debate sobre el estado en el que se encuentra la provincia, pero más relevante fue para ellos el regreso a las aulas de la Diputación Provincial de Jaén, un momento trascendental en sus trayectorias que los obligó a convertirse en protagonistas del viejo juego de la silla. La bancada de Partido Popular, que tiene fijado el ojo mediático desde aquel cuento interminable del culebrón congresual, sufrió sonoras ausencias en el último pleno del curso político por culpa de la confrontación irreconciliable entre dos corrientes que caminan hacia la simulación de un tsunami. No es que los diputados decidieran hacer mutis por el foro y si te he visto no me acuerdo. No. Simplemente cambiaron su escaño por los asientos reservados para un público que, por otra parte, nunca está.

La reorganización interna orquestada por la nueva dirección provincial para dar más preponderancia al presidente, Juan Diego Requena, no fue del agrado de quienes están considerados los críticos. Miguel Moreno, también alcalde de Porcuna, demostró su enfado y descontento con el cambalache a través de una estrategia con más forma que fondo: dejó su asiento vacío y se fue directo al primer banco de quienes tienen potestad de asistir a las sesiones plenarias para escuchar lo que en ellas se cuece. Su seria amenaza era continuar en las mismas. Sin embargo, en la primera cita con el debate después de las vacaciones decidió regresar a su lugar de origen y, con él, Jesús Estrella, otro diputado en el punto de mira que, por el momento, sigue con una retribución colocada en tela de juicio.

El primer asalto está ganado. Surtió efecto sacar a relucir el nombre de Francisco Armijo, en el palacio en cuestión, para que, quienes propusieron eliminar la nómina al de Andújar, decidieran dar un paso atrás en el mismo pleno en el que estaba escrito en el guion que dejaría de percibir honorarios por obra y gracia de su propio partido. Harina de otro costal es lo que ocurra con Francisco Gallarín. Sus embrollos judiciales pueden acabar con una temida suspensión de militancia que conllevará su despedida de la Diputación y del Ayuntamiento de La Carolina.

El caso es que lo que ocurre en el seno del Partido Popular es un ejemplo de libro de la tan de moda judicialización de la vida política. La agrupación está totalmente dividida, la herida abierta es cada vez más grande y cuando alguien se empeña en meterle mano, el resultado es un sangrado seguro. Una muestra. Hay quienes están convencidos de que el anterior líder jiennense, José Enrique Fernández de Moya, hizo caso omiso a las directrices de la dirección regional, escudado en la protección de datos, y se armó la de San Quintín. Los rivales recogen firmas en busca de una apertura de expediente con la que Sevilla, si se cumplen los pronósticos, se lavará de nuevo las manos. Por el momento se las frota, porque el nulo “filin” con la anterior estructura hace que la regional, convertida en público en este interesante espectáculo, se divierta con lo que pasa en el escenario. El objetivo es llegar a las dos mil rúbricas y, aviso a navegantes, los trescientos afiliados que tiene el partido en Porcuna plantarán la suya. Porque hay quienes están empeñados en que rule por la calle que la militancia porcunense está harta de los dimes y diretes de su alcalde, que el Ayuntamiento está abandonado y que empiezan a hacerse visibles las fisuras en el seno de su agrupación. El 3 de marzo está a la vuelta de la esquina y, si nada ni nadie lo impide, el juego de la silla se quedará a la altura de una zapatilla de lo que ocurra en los juzgados.