El Heredero

08 ene 2019 / 09:16 H.

Sabíamos que el desenlace era inminente y sin embargo él se empeñaba en seguir latiendo tic-tac, tic-tac, apurando sus últimos minutos con la misma concienzuda profesionalidad que el primer día, con la misma implacable disciplina que siempre presidió sus actos. No fue fácil el final, para él, y aunque algunos le teníamos cierto rencor por haber sido el responsable de la pérdida de seres queridos, cuando llega el último suspiro, es inevitable sentir cierta pena incluso de los asesinos. El genocida, el que con su tic-tac implacable se llevó por delante a tantos y a tantas, ha llegado al final de su camino, de su mandato. Ya no gobernará lunas y soles, ahora reposará inerte en los libros y archivos.

Y en nuestra memoria también. Qué ilusionados estábamos con su llegada, hace justo un año, y cómo cambian las cosas, porque doce meses después, sin embargo, estábamos impacientes por iniciar la cuenta atrás de su deceso.

Se nos ha ido el que gobernaba, implacable, nuestro tiempo; adiós para siempre 2018, gritaban todos los súbditos alrededor del festivo lecho mortuorio. Y cuando todavía no les había dado tiempo, a sus incondicionales, a secarse las lágrimas por la triste pérdida, nos recién nacía su heredero mediante parto “in artículo mortis”, y cuando estaba abriendo los ojos por primera vez al mundo el recién llegado, vamos y le acribillamos a serpentinazos y le ponemos perdido de confeti.

El rey ha muerto, viva el rey, se escuchaba en la corte, mientras los petardos aterrorizaban a la pobre criatura recién parida. Su padre, el viejo 2018 había muerto, y lo celebrábamos. Y es que algunos no echaremos de menos al que se acaba de ir, sino que por el contrario nos alegramos de la muerte del dictador. Que con el cruel filo de sus días se ha llevado por delante a seres queridos. Ahora reposa inerte, el viejo, derrocado año, en el depósito frío e inhóspito, dispuesto a ser analizado sin piedad. Periodistas e historiadores hacen cola para practicarle la autopsia. Y el pobre huérfano es responsabilidad de todos nosotros, y ahora nos toca darle cariño y no empezar a pedirle demasiado, no debemos comenzar exigiéndole todos nuestros deseos incumplidos y arrastrados año tras año, reinado tras reinado: aprender inglés, ir al gimnasio, dejar de fumar, pasar más tiempo con la familia y menos con el móvil... No lo tiene nada fácil el pobre heredero, el nuevo rey, coronado para seguir la tradición con el nombre de 2019, y que pese a su corta edad, asiste al funeral de su antecesor con aire culpable. Alguien le ha contado que su nacimiento indirectamente ha causado la muerte de su padre. Todos tratamos de consolar su pesadumbre. “No te atormentes” le decimos, “2018 también provocó el final de su antecesor”. Él nos mira sorprendido y no tenemos más remedio que desvelarle la terrible verdad: “perteneces a una dinastía cruel”, “Los años no perdonan, recuérdalo”. Y él nos mira con sus grandes e inocentes ojos, mientras se aleja al ritmo implacable de su tic-tac, tic-tac, camino de su trono de arena y de su destino. Y es que el drama shakesperiano se renovará, y el joven y todopoderoso 2019, a quien todos rendimos ahora entusiasta pleitesía, inevitablemente cumplirá en doce meses el destino que los astrólogos todavía le ocultan, aunque ya han sido capaces de descifrarlo porque está escrito en las estrellas y en los calendarios.