El hábito no hace al monje

18 abr 2017 / 10:25 H.

Todas las personas han oído en algún momento de su vida esta alocución que nos dice que una persona no debe ser juzgada o evaluada por su apariencia sino por sus hechos, pues hay individuos del clero que visten ropajes adecuados a su oficio o profesión pero que dejan mucho que desear en su vida por actos que, en teoría, no se corresponden a la vestimenta considerada sagrada por bastantes creyentes. Con el tiempo la sociedad la ha aplicado en casos en que, por ejemplo, una persona es designada u ocupa un cargo sin reunir o tener las cualidades que debería poseer para desempeñar tal responsabilidad. Frente a lo que muchas empresas exigen a sus empleados el respeto de un código de vestuario para transmitir una imagen de seriedad y responsabilidad que al no respetarse se interpreta como inmaduro o descuidado, están los partidarios del confort y lo práctico que mantienen que la ropa no es reflejo de la propia identidad o de la posición social o profesión suponiendo la libertad añadida a lo práctico. El hecho de que una persona se vista con distinción o elegancia no significa necesariamente que tiene buenos principios o buen comportamiento; y, de igual modo, el hecho de que una persona lleve ropa informal, siempre o casi siempre, no indica que tenga malos principios o una conducta reprochable. Todo ello viene a cuento por las discrepancias que en el Congreso de los Diputados vienen manteniendo varios grupos políticos sobre el aspecto exterior o las ropas con las que asisten a las sesiones. Por ello yo creo que para hacer más reconocible a cada grupo de los que conforman la Cámara y sin pretender que el hábito haga al monje les propongo unas prendas de vestir y unos coloridos en las ropas que exhiben en las sesiones que serían acordes con las filosofías que, a mi juicio, creo que los sustentan. Los nacionalista vascos debería portar la camisola del Atlétic de Bilbao con boina para la cabeza: El grupo catalán incluyendo a sus formaciones en un único grupo, portaría la ropa que llevaban en el siglo XVIII los que vivían en las sierras con una manta plegada sobre el pecho y la espalda con los colores de la Señera; el de Ciudadanos, trajes, anaranjados de Emilio Tucci; Podemos sus acertadas camisetas de color morado con el retrato de los hermanos Max en su parte delantera; los diputados del PSOE traje de pana de color rojo; y los del PP frac o chaqué de color azul. A las señoras diputadas tan solo me atrevo a recomendarles los colores de sus partidos, pero no sus atuendos por si no se ajustasen a la moda del momento (con la idea de la igualdad y la no discriminación).