El ‘Furnieles’ del otro lado del mundo

14 ago 2016 / 15:00 H.

Todo es en Filipinas exagerado y llamativo, exagerado si lo comparamos con nuestro mundo y nuestras formas de vida y llamativo porque es cultura lejana, preñada de cosas nuestras, pero no olvidemos que llegar allá cuesta casi un día entre aviones y trasbordos. Nuestra Jaén de Asia es pobre, ya les decía el domingo pasado, pero vive con eterna sonrisa, es algo que jamás se olvida si se les visita, si se les trata, si se les ve manejarse con soltura entre tanta desesperanza económica. Jaén de Filipinas y los jaenians (su topónimo) viven en la calle, comen y beben en la calle, de sol a sol, que la ciudad se vacía de noche, se llena de día; es tranquila y apacible, no muy agraciada, sin monumentos, alguna que otra cruz que rememora la impronta de la colonización española de igual forma que el basket reverbera la americana. Es Jaén también una pequeña ciudad agrícola y ganadera (una vaca, un cerdo y una gallina están justo al lado de su escudo en los arcos de entrada por la carretera) que bien podría ser alguno de nuestros ‘puentes’ hace la tira de años, con parcelas y casas minimalistas porque no hay manteca en el bolsillo, sobrias y monocordes porque no hay para pintura. Les gusta rezar y les gusta festejar sus fiestas patronales en cada uno de los 27 barangays, lo que aquí serían los barrios. Te preguntan constantemente si eres católico y románico, que allí es fervor y devoción, no de palabra, las misas están a reventar sea la hora que sea y, especialmente sorprendente es que el cementerio esté en el centro del pueblo, donde habitan los pobres entre los pobres, sin más miedo que el estómago vacío. No piden, ofrecen, son serviciales y agradecidos, cuesta la vida allí nada, que con 5 euros desayunas, comes y cenas y te puedes permitir postres y helados además de invitar a tus amigos en cualquiera de los puestos que pueblan calles y esquinas de la ciudad. Se come y se bebe en la calle (compras una cerveza en el “7 Eleven” y te tienes que salir fuera a bebértela, curioso) y la venta ambulante es propia de esta parte del mundo. La foto que ilustra esta Crónica es un mercadillo en sí, pueblo a pueblo, y a nuestro imaginario asoma la añorada tienda de ‘Furnieles’ en Jaén capital. Qué cosas, con lo pequeñitos que somos y en Jaén nunca se pone el sol, que un jiennense español, un jaeno del Perú o un jaenians filipino siempre está que bulle sin descanso.