El deleznable ciberacoso

06 mar 2019 / 11:10 H.

C on las ya no tan recientes tecnologías nos han ido llegando también, mal que nos pese, nuevas fórmulas de actuar de manera indebida respecto a la ciudadanía por parte de un minoritario sector social vomitivo. Me refiero al ciberacoso: una “novedosa” y repulsiva técnica de dañar al vecino, de hacer bullying, incluso y, en definitiva, de pretender destruir a otros semejantes. Ahí es nada. Hacer la vida imposible a otros miembros de nuestra propia comunidad por causas diversas está de moda, en ocasiones, como consecuencia de la envidia de una sociedad que no perdona el éxito, ni tampoco el ser diferente, el pensar de un modo distinto o actuar de manera que nos distancie del resto, siempre en el orden establecido de la honestidad, formalidad y honorabilidad. No sería la primera vez que por culpa del mencionado ciberacoso alguna persona se haya llegado a sentir tan sumamente mal que haya podido manejar la errada posibilidad de tomar alguna decisión irrevocable ante tal desesperación y desamparo, pero yo animo desde aquí a que todos aunemos nuestras fuerzas para denunciar de manera tajante a este tipo de conductas repulsivas solo provenientes de mentecatos, individuos hábiles en emplear malas artes para hacer daño al vecino, obtusos de mente, sinvergüenzas, que se esconden tras el anonimato para seguir atacando de la manera más vil, grotesca y cobarde que saben. Tan despreciable es esto como aquél que maltrata a una mujer por pensar que es de su propiedad y tiene potestad sobre su vida. Ciertas redes sociales, en un uso indebido, permiten todavía ciertas conductas reprobables otorgando su plataforma para este tipo de comportamientos. Hay que luchar, insisto, para que ninguna chaval —chica o chico— pueda estar sometido a la dictadura de este tipo de comportamientos que cada vez proliferan en nuestra sociedad. Necesitamos fuerza, coraje e inteligencia en esta lucha contra el ciberacoso denunciándolo y que sirva de escarmiento público para este tipo de personas que viven de machacar al prójimo porque son pobres de alma, faltos de escrúpulo y baja estofa. La reja para estas piltrafas sociales es lo más adecuado. ¡Basta ya!