El club de los palurdos

19 feb 2017 / 11:41 H.

Había un tiempo en que para tener reconocimiento o prestigio, cierta fama, era necesario destacar por un buen trabajo y mejor hacer. Se admiraba a un buen escritor, un músico, un ingeniero, por su obra y su valía. Con el acelerado desarrollo de los medios electrónicos y las redes sociales, unido a un mediocre status educacional, que no formativo, famoso puede ser cualquiera. Basta con que haga alguna imbecilidad o idiotez y lo cuelgue en el mundo virtual. Compruebo, no sin cierta pena, como cada día surgen nuevos famosetes, idolatrados sujetos, fruto de la desmesura de las redes sociales. Cualquier video haciendo indecencias, tonterías o estupideces varias, encumbra a cualquiera. No sabemos quien fue Neruda o Alcalá Zamora pero conocemos a la perfección a “cara anchoa”. Lo paradójico de todo esto es que se buscan bien la vida, ganan un nada despreciable cantidad de dinero si sus gilipolleces, a veces rondando lo inmoral y ético, cuanto no lo legal, tienen miles de visitas. Si éste es el modelo a seguir por nuestros adolescentes, apaga y vámonos. Inaudito.