El Candas

18 oct 2018 / 11:30 H.

Anduve marcando su número y siempre aparecía al otro lado la voz de María Paula. La llamaba sobre el atardecer y conversaba a diario con ella. Duró dos semanas y media. Después, hubo una gran tormenta y el viento arrancó de la pared el almanaque donde lo tenía anotado. Ese mismo día llamé a la municipalidad para que me procuraran su número. El agente respondió que María Paula llevaba más de tres meses bajo tierra. Cuando ingresé de cadete en el Candas y referí el hecho, ninguno quiso creerlo. Fue cosa de nuestra Señora de Quinche, la Pequerlita. Lo sé. Pero ellos no gustan de milagros. De vuelta desde Mobile a Cartagena de Indias, el destructor Candas escoró y nos fuimos al agua unos cuantos. A Dámaso Imitela que me recogió de la playa y a su mujer negra que le llevó el aviso, les eché el cuento completo para que lo supieran entero y pudieran contarlo. Decían que sí, bajando y subiendo la cabeza sin entenderlo. Ellos nunca habían salido de Mulatos. Conocían los tiburones de referencia. Y ni siquiera sabían nadar. Soy Luis Alejandro, el héroe del Candas. Pero eso ya no importa. Ahora despacho billetes de autobús en el
barrio de Olalla.