El autor proscrito

13 feb 2016 / 10:31 H.

En “A Esmorga” todo lo que se lee se palpa, se huele, se vive. Es un libro naturalista, pero en el que manda el poder de la palabra, las descripciones desde un ángulo insólito, la fuerza del idioma: Por tanto se trata de una obra de vanguardia. Es —valga la expresión— un thriller rural, que se lee con intensidad, con emoción, y con dolor, sobre tres tipos que van medio escondidos y muy ebrios por las calles de Auria —la forma en la que el autor denominaba a Ourense—, por caminos de Galicia llenos de charcos y frío, bajo una lluvia gélida, una lluvia sin tregua. “A Esmorga”, de Eduardo Blanco Amor (1897-1979), un autor maldito, un proscrito que mantuvo siempre una elegancia bohemia, es una novela extraordinaria. Porque en “A Esmorga”, ya está dicho, el lector parece que paladea el sabor del aguardiente reparador del frío que ingieren los protagonistas y huele el olor a carne usada de las prostitutas de los burdeles que visitan en su travesía hacia los infiernos. “El Castizo” ha decidido dejar las parrandas, porque así lo ha prometido a La Raxada, la prostituta que un día él sacó de una casa de lenocinio, con la que comparte un hijo, un amor triste, y la necesidad de estar junto “a las carnes de su cuerpo que nunca me pude apartar de ella por mucho plazo”. La Raxada sufre una enfermedad terminal. Pero aquella mañana, “El Castizo” se topa, en el trayecto hacia la obra en la que trabaja, con Juan “El Bocas” y con Eladio “El Milhombres”, dos tipos inquietantes aunque de aparente fondo noble, que vienen de una noche de peleas, borracheras y crimen. Un encuentro fatal. “El Bocas”, aunque era medio mulo en el natural de su carácter, cuando se andaba con él de parranda, pues no era así, sino más bien animado y hablador”. “El Milhombres” era un homosexual desesperadamente enamorado de “El Bocas”. La novela es el relato en primera persona que Cipriano Canedo “El Castizo” formula ante el juez de los hechos que ocurrieron en aquella noche de juerga y tragedia. Como ha escrito Manuel Rivas en su epílogo a esta edición de “A Esmorga”: “Es un libro que se escucha”. Ese amor no correspondido entre “El Milhombres” y “El Bocas” desencadenará el drama. Eduardo Blanco Amor fue homosexual, republicano y exiliado. Nunca escondió ni su pensamiento ni su condición sexual. Por tanto, sobre su obra cayó la ira de la censura y el plomo del silencio. “A Esmorga” está considerado como el mejor libro en gallego de todos los tiempos. Ahora se ha publicado una edición traducida al castellano tras el estreno de la excelente película basada en esta novela, dirigida por Ignacio Vilar. “A Esmorga” se publicó en 1959 en Buenos Aires. La censura la prohibió inmediatamente en España con un argumento que Manuel Rivas transcribe en el epílogo: “Burda novela corta, en gallego, en la que se narran las aventuras y desventuras de tres borrachos. En lenguaje a menudo soez, se mezclan los diálogos de estos tristes personajes con escenas de burdel y recuerdos de aventuras. No debe autorizarse”. El libro está lleno de descripciones sublimes del paisaje gallego. Galicia para bien y para mal. Con la lluvia. A veces, la maldita lluvia. “Yo tengo que decir que la lluvia tuvo mitad de la culpa, aunque no se crea, que usté no puede saber lo que aquí nos hace la lluvia, cuando viene así, duro que te pego, sin parar, a veces meses y meses”, relata al juez “El Castizo”. Como en un Macondo oscuro y pobre, un Macondo desdichado y sin suerte. Gran libro.