El año sin invierno

10 mar 2016 / 17:20 H.

A unos días del cambio oficial de estación, el invierno parece querer reivindicarse con una tímida aparición, pero la realidad nos habla de un prolongado otoño y una anticipadísima primavera cuando el recuerdo de un bochornoso verano todavía subsiste. Ya nadie parece negar la evidenciad de que algo está pasando. El año 2015 se ha cerrado como el más cálido desde que se tienen registros y el 2016 parece tener ganas de superarlo. La época más fría del año no ha cumplido su importante misión y eso tiene consecuencias. El frío desempeña un papel fundamental a todos los niveles en la naturaleza. Controla los ciclos vegetativos de las plantas, las migraciones de los animales o mantiene a raya la extensión de determinados vectores de enfermedades como el mosquito de la malaria. Zoólogos y botánicos tienen una ardua tarea por delante para estudiar las consecuencias, aunque ya podemos anticipar algunas. La maduración de muchas hortalizas se está adelantando, los árboles frutales andan confundidos y muchos de ellos están teniendo una floración temprana, arriesgándose a que una helada puntual haga fracasar la cosecha, la polinización de muchas especies no está asegurada, ya que ésta se suele coordinar con el nacimiento de ciertos insectos, se están dando caídas de hasta un 40% en el precio de la leche porque las vacas no han entrado en su ciclo bajo de producción invernal, las cigüeñas ya no migran hasta África y no ha sido raro ver moscas hasta bien entrado el invierno. La pasada conferencia de París sobre cambio climático puso de relieve las funestas consecuencias de la inacción y la peligrosa deriva en la que nos encontramos, donde generaciones que ya conviven entre nosotros conocerán un planeta muy diferente al actual si nuestra respuesta no es decidida y enérgica. Los acuerdos fueron ambiciosos pero, de nuevo, se dejó excesivo margen a la buena voluntad de gobiernos y dirigentes que en demasiadas ocasiones han exhibido una miopía alarmante frente a una urgencia inaplazable.