Educación para cambiar el mundo

24 feb 2019 / 11:34 H.

Hace una década, de la mano de la Confederación de Empresarios de Andalucía, el “señor Jota” escuchó hablar en Sevilla al expresidente norteamericano Bill Clinton sobre el mundo y la política, los países y el futuro de las sociedades y le impactó el valor que le daba a la educación de las personas como regla matemática para adivinar su futuro en la vida. Nada menos que el 60 por ciento de su sueldo, quien estudia prospera y tiene mayores oportunidades, quien recibe una educación adecuada contribuye al engrandecimiento de la sociedad a la que pertenece y siempre la semilla de las nuevas oportunidades a quien engendra y en quienes forman sus círculos de contacto. Decía Aristóteles “que las raíces de la educación son amargas, pero la fruta es dulce” y no se puede definir mejor, quizá por eso en vez de educar, adoctrinamos.

Adoctrinamos y amenazamos, que diría Cernuda: “Como quienes tienen en su puño la verdad/ bien apresada para que no escape/ Y con orgullo/ como vigilantes de vosotros mismos/ domináis a lo largo, a lo ancho de la tierra/ Vosotros vientres sentados (...) La verdad está en lucha y en ella os aguardamos/ Vientres sentados/ Vientres tendidos/ Vientres muertos”. No cabe mejor definición de los mandamases ‘sabelotodo’, aunque aquí el “señor Jota” se pone guasón al rememorar sus tiempos de instituto: Don Pablo le comentó un día que no se dedicara al deporte y no se hizo por lo tanto futbolista, pese a que le gustaba y mucho... Don Macario le dijo a las claras que tenía un oído enfrente del otro y no es ahora cantante, ni tampoco entró antes en el coro, en busca de viajecitos gratis, y de la cercanía de las muchachas... Don Cecilio le conminó a que no le diera por la filosofía, pese a lo que le llamaba la atención la Grecia clásica, porque, decía, de eso no viviría y tampoco se hizo maestro, que es lo que quería su madre... Y doña Isabel, ay doña Isabel, le soltó al “señor Jota” un día que era “más listo que el hambre, pero más perro que ella” y él lo tradujo en que “ancha es Castilla” y le dio por hacerse un singular anacoreta de barra y libro; se dijo que una cosa es ganarse la vida y otra apechugar con la vida que nos quieren hacer vivir llena de adoctrinamientos y pesebres, así que le dio por poner sujetos, verbos y predicados en un papel, uno detrás de otro, con lo que no se puede hacer una idea doña Marina, cuánto de agradecido le estará por enseñarle a descomponer y a componer frases y a acentuar, que era un rollo antes y ahora lo convierte en sabrosos higadillos para el alma... Si Cultura es lo que queda después de que hayamos olvidado lo aprendido, la educación es el corazón y la savia, la genética de cada persona, los trazos gruesos y los trazos finos, a la par. Sin cultura se podrá vivir, pero sin educación y sin principios, qué complicado es levantarse cada día... “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”, dijo bien Paulo Freire.