Dolor y Gloria

18 abr 2019 / 09:40 H.

Con permiso de Almodóvar que da ese título a su magnífica película en la que filma y cuenta retazos de su infancia, de sus dolores y de su gloria, y desde luego sin querer hacer ni de lejos una crítica al filmes, sí es cierto que un título tan sugestivo llama la atención, sobre todo en esta semana de Dolor y Gloria que para la mayoría de nosotros significa la Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

El dolor es para el cuerpo “la percepción sensorial localizada y subjetiva, que puede ser más o menos intensa, y que se siente en una parte del cuerpo. Es el resultado de una excitación o estimulación de terminaciones nerviosas sensitivas y especializadas”. Para el alma, no es otra cosa que “un sentimiento intenso de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos emocionales o anímicos”. La gloria, en cambio, es “fama”, “honor”, “esplendor”,” buena reputación”, y como no, es referirse a un gran gozo, un gusto, un placer. Para nosotros los cristianos también significa el paraíso, o el lugar donde van los bienaventurados después de la muerte.

En esta ocasión, en este año de 2019 nos encontramos con una semana de Pasión y Gloria atípica. Se han mezclado los asuntos de fe y recogimiento, con otros más terrenales como son aquellos que tienen que ver con las vacaciones sí o sí, y desde luego con unas elecciones generales, autonómicas y europeas donde el espíritu cristiano brilla por su ausencia.

Por las ventanas y balcones entra el olor a cirios y velas, el incienso se cuela por cualquier rendija y la música de tambores y trompetas nos invita a salir a la calle a contemplar esa mezcla de arte y devoción que acompaña a los tronos que recorren las calles de España.

Nuestras casas, nuestras calles, las ventanas, los balcones son espacios controlados por nosotros y hechos para nosotros, los que las habitamos, los que las visitamos. Pero hay otras ventanas a las que vivimos asomados y que se han instalado en nuestras casas, nos muestran otras realidades, otros intereses, otras mentiras y verdades que no podemos palpar, nos la sirven en directo o en diferido. La Gran Ventana de la tele captó a mi generación, ahora las ventanas se multiplican como los conejos en el monte, son las redes. La basura corre como aguas turbulentas en un río caudaloso que revuelve y enfanga. Nos están mostrando un país no de discrepancias (que son legítimas), sino de odios y acusaciones; nos están mostrando una España al borde del precipicio (o tú, o yo); nos están haciendo ver que hay unas posturas irreconciliables. Juran y perjuran que “yo con estos no”, se hacen llamamientos peligrosos que solo conducen a crear mala sangre. Todo esto ocurren en una semana en la que si de verdad se cree en el espíritu de Cristo, éste se contraviene continuamente. Por respeto a nosotros mismos, deberíamos tomarnos una semana de reflexión, los líderes que concurren a las elecciones deberían pensar muy seriamente cómo se recomponen los afectos, cómo se recogen las mentiras, cómo se zurcen las heridas. España es grande. Hay sitio y lugar para encontrarse desde el respeto y la honestidad. Apaguemos las teles, cortemos las redes, dejemos entrar la primavera por las ventanas, y que esta semana de Dolor y Gloria sirva para reflexionar en qué podemos hacer para construir una España mejor.